Nada se sabe de las investigaciones policiales, suponemos profundas, sobre profanaciones de templos y sagrarios en distintas provincias españolas. La invasión y profanación de la catedral Oviedo por una turba de capullos comandados por un concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Oviedo, ni ha pasado por los tribunales. La profanación de la Catedral de Barcelona por inmigrantes islámicos no ha merecido ni una investigación policial.
El fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido amenaza a las familias que se manifestaron el 18 de junio por si lanzaban improperios vejatorios contra los gays. El 2 de julio, los homosexuales injuriaron, blasfemaron insultaron pero el fiscal estaba de viaje.
Ahora llega Ana Obregón, de profesión bióloga y una de las cincuentonas más querida por la derecha, quizás porque es rica por su casa, quien ha decidido dar su numerito estival, exhibiéndose con un taparrabos en las aguas de Mallorca. Y la verdad es que el exhibicionismo impúdico de la contrahecha no me molestaría en absoluto si no fuera porque, más que nada por fastidiar, la susodicha se ha dejado exhibir con un rosario colgado al cuello, justo en las dos siliconas.
Nadie, por el momento, le ha pegado un par de bofetadas, porque dar bofetadas está mal. Ahora bien, de vez en vez, las bofetadas resultan tan coherentes, tan firmes, tan rectas, que bien pueden ser catalogadas como santa bofetada.
Porque a lo mejor está llegando el día, en que los cristianos comencemos a cansarnos de tanta ofensa. Porque no es que la blasfemia genere violencia, es que la blasfemia es violencia. Y a partir de ahí, puede pasar cualquier cosa. Por ejemplo, los islámicos consideran que Occidente es blasfemo : por eso asesinan a occidentales.
Eulogio López