Paul Weiland (Por amor a Rosana), realizador inglés de 54 años se ha caracterizado, primordialmente, por el tono de comedia que imprime en sus películas. En La boda de mi novia sigue fiel a ese estilo y realiza un tibio acercamiento sobre las relaciones sentimentales, sin pretensiones de ningún tipo, último trabajo del difunto actor y director de cine Sydney Pollack.

La película sigue los pasos de Tom (Patrick Dempsey), un hombre de éxito que lleva una buena vida y sabe que siempre puede contar con Hannah (Michelle Monaghan), su encantadora mejor amiga y la única que es una constante en su vida. Es la situación perfecta hasta que Hannah se marcha a Escocia en un viaje de negocios por seis semanas y Tom descubre asombrado, cuan vacía es su vida sin ella.

A pesar de su elegante puesta en escena, de los esfuerzos de Dempsey y Monaghan -buena química en la pantalla-, de una buena realización y factura técnica, Weiland resbala en esta comedieta para preadolescentes a causa de un guión simplón, tosco,  artificioso y lleno de tópicos infantiles. Además, introduce algunos elementos de sal gorda, que desestabilizan el conjunto o le dan consistencia -según juzgue el espectador-, pero que en cualquier caso no están exentos de zafiedad por su natural vulgaridad. Porque aunque la mona se vista de seda  

Eso sí, las risas están garantizadas, tanto o más que las palomitas, porque desde luego, aunque boba, la peli es divertida. ¿Lo mejor? Las breves intervenciones del incombustible Pollack, lo mejor de la historieta.

Para: Parejitas jóvenes