El nacionalismo se construye sobre "romanticismos" bastante irracionales

Gran revuelo por el lanzamiento de la Agencia Tributaria catalana. Se aprobó en el Consejo ejecutivo del 24 de diciembre. O sea, con "navidad y alevosía". Montilla presume de tratarse del primer organismo nacido del despliegue del Estatut, esa Ley Orgánica con la que amenaza con "desafectarse" de España si el Tribunal Constitucional osa en tocar una coma.

Pues bien, ocurre que la Agencia Tributaria catalana no deja de ser un bluf. No es más que la antigua dirección general de Tributos de la consejería de Hacienda de la Generalitat con otro nombre. El mismo director: Josep Costa (no confundir con el ‘pepero' Juan Costa). El mismo presupuesto, el mismo dinero a gestionar, el mismo domicilio y oficinas y las mismas competencias. ¿Qué cambia? La cartelería y las hojas membretadas. O sea, nada. Pero Cataluña es una nación con Agencia Tributaria propia. De nuevo, otra vez, el romanticismo nacionalista se impone sobre la racionalidad. Es lo que tiene el nacionalismo. Necesita gestos y poses para autoafirmarse. ¿No resulta un tanto ridículo?

La existencia de unos 9.000 gestores tributarios es indiferente. De hecho, la diputación de Barcelona gestiona los tributos de varios municipios pequeños que no les sale a cuenta tener sus propias oficinas de recaudación. Ningún problema, porque se trata de una cuestión de eficiencia. Otra cosa es la capacidad normativa. Pero esa ya está tasada y no incrementada por el Estatut. Y en todo caso: ¿incrementará Cataluña los impuestos? ¿Inventará nuevas tasas? Y por cierto: ¿por qué todas las CCAA han planteado rebajas fiscales y nunca nuevos impuestos?