La situación de la aún tercera caja de ahorros del país no es la mejor de las posibles y Montilla no quiere que el asunto le estalle. Si acaso, un ejecutivo de la Caixa apunta a Hispanidad: que nos la entreguen limpia. Narcís Serra, heredero del fundador de La Caixa, se apunta a la idea

El presidente de La Caixa, Isidro Fainé, no quiere que la Generalitat le endose Caixa Catalunya, que atraviesa una situación que podríamos calificar como poco ejemplar. Con un 4,6% de mora, y al alza, una cobertura inferior al 100 por 100 y una asunción de riesgos difícil en segmentos industriales, mediáticos e inmobiliarios -algunos de ellos, dicho sea de paso, 'aconsejados' por la propia Generalitat- la verdad es que la tercera entidad de ahorros del país es una de las cajas candidatas a dar un susto.

Pero La Caixa vive un momento dulce, y no está dispuesta a complicarse la vida ante el momento poco dulce del sector financiero. Así que, antes de que se lo propongan, el presidente de La Caixa, Isidro Fainé advierte que no tiene el menor interés. Un ejecutivo de La Caixa lo expone de forma más clara. Que no la den limpia.

En público, Fainé explica su postura con un rodeo: En los años noventa, con la reducción de los márgenes financieros, hasta entonces amplios, era lógico buscar masas críticas, pero no es el caso actual. En otras palabras, que no quiere que el Tripartito catalán convierta a La Caixa en la UVI bancaria -cajera- de Cataluña.

Por cierto, que a Narcís Serra, ex vicepresidente del Gobierno y sucesor de uno de los fundadores de La Caixa, si que está por la labor. Es más, le encantaría ser presidente no ejecutivo de la caja fusionada. Es sabido que el apellido 'ejecutivo', detrás del sustantivo 'presidente', es lo que se conoce como un adjetivo reversible.

Y es que todo el sector ahorro está sometido a vigilancia, acentuada por el caso Caja Madrid, que no es un problema de solvencia, sino de pugna por la Presidencia. En este sentido, y de forma indirecta, Fainé ha apoyado a Blesa, al exponer la ley de cajas de ahorros catalana como modélica, dado que reparte la representación en los órganos de Gobierno entre un sinfín de entidades sociales de todo tipo, con menos peso de las instituciones políticas, sea el Gobierno autónomo o los ayuntamientos.