El mundo mediático español ha vivido un 14 de abril, aniversario de la proclamación de la II República, realmente único: el locutor estrella de la COPE, Federico Jiménez Losantos, ha dedicado la mitad de su programa a poner como no digan dueñas a la propia cadena COPE para la que trabaja desde los micrófonos de sus propios estudios. Un espectáculo memorable. ¿Se imaginan ustedes a Carles Francino insultando a los Polanco o a Carlos Herrera vituperando a José Manuel Lara sin ser fusilados al amanecer? Pero en la COPE, la casa de los líos, se practica el pluralismo interno.
Como ya adelantara Hispanidad, la cadena de los obispos ha decidido no renovarle el contrato que vencía el 31 de agosto. Jiménez ha realizado, durante tres horas, un esfuerzo tan arduo para defender la necesidad de su continuidad en la red de emisoras que se le ha olvidado mencionar la causa por la que se le relegaba a la franja horaria nocturna. Él, junto a Pedro José Ramírez, director de El Mundo, han competido contra su propia empresa, la que les paga a ambos -en el caso de Jiménez 1,8 millones de euros por temporada- y le han chuleado a la COPE lo que más necesitaba, una emisora en Madrid, que Esperanza Aguirre le ha concedido a sus dos propagandistas favoritos y le ha negado a la COPE y al Ayuntamiento de Madrid.
También se le ha olvidado, pero es comprensible, dada la tensión del momento, la causa de fondo de su despido -menos que despido, dado que se le ofrece seguir en la franja de noche-: sus ofensas a los obispos, al magisterio de la Iglesia -por ejemplo, su defensa del aborto-, sus insultos a todo bicho viviente y su defensa de partidos como el de Rosa Díez, ferozmente laicista y cristófoba. Asimismo, ante la tremenda tribulación que atraviesa el ocio de Pedro José Ramírez, se le ha olvido omitir que lleva años utilizando la COPE como plataforma de propaganda para lanzar su grupo Libertad Digital e incuso compitiendo con Popular TV, el canal televisivo de la propia empresa que le paga.
Eso sí, durante la emisión de la mañana del martes 14, llevado de su natural bondadoso, Jiménez ha demostrado su piadosa condición, con la alusión a la campaña de los Panes y los Peces que no por poco conocida puede considerase la mayor campaña contra la pobreza realizada jamás en España.
Es más, ante una corriente de Internet -hasta el momento imperceptible- en la que se pide que no se señale la casilla de la Iglesia católica en el próximo IRPF, por haberme echado a mí de la COPE, el locutor, siempre al quite de las necesidades eclesiales, ha reiterado, impasible el ademán, que en ningún modo pretende tal cosa sino todo lo contrario, porque siempre ha defendido que la Iglesia es la mejor ONG -sólida razón metafísica- y eso, para una alma caritativa como la suya, resulta una premisa indiscutible.
Conocido por su singular modestia, Jiménez también ha recordado -y no debe entenderse como una amenaza- que si él se va, 900 familias se quedarán sin trabajo. No es que pretenda empujar a los sindicatos contra los obispos. Sencillamente, recuerda que casi el 70% de los ingresos de la COPE proceden de su programa, que ocupa de cinco de la madrugada -contando el comentario grabado- hasta las 12 del mediodía. El hecho de que ése sea el horario de máxima audiencia de la radio, y que el mismo porcentaje de ingresos se repita en cualquier otra cadena, así como el detalle de que la audiencia de su espacio lleve cayendo durante cinco estudios EGM -que ya marcan tendencia- consecutivos no resta un adarme de verdad a las afirmaciones de este mártir del liberalismo.
Pero no todo puede ser llorar sobre la leche derramada aunque si hay que hacerlo, Jiménez está dispuesto a permanecer hasta el 31 de agosto poniendo a parir a su empresa, a los obispos, al dogma cristiano y al Papa de Roma sin moverse de la silla y apoyado por su socio y tertuliano favorito, Pedro José Ramírez, otro defensor del pluralismo interno, especialmente si se practica en la COPE, no en El Mundo. En tan ardua y poco reconocida tarea, puede ayudar el director de la Linterna. César Vidal, con entera libertad para criticar a la Iglesia católica -más pluralismo interno- dada su condición de luterano.
Precisamente, el agraciado por la lotería Aguirre y socio de don Federico, Ramírez, pretende que Federico se lleve su emisora ganancial, la de Madrid, a Radio Marca, y convertir la cadena deportiva en una de información general. El problema es que las 45 emisoras de Radio Marca son propiedad de los italianos de RCS, no de Ramírez-Jiménez, aunque las modernas visiones del capitalismo que ambos practican indican que las emisoras son para quienes la trabajan. Eso sí, resulta que algunos de los postes de la cadena RCS-Ramírez son ilegales, pero se trata de una ilegalidad que defiende la libertad de expresión, especialmente la de Ramírez y Jiménez.
En cualquier caso, a Federico no le acaba de gustar la opción Marca, pues las zonas de sombra serían muy amplias por lo que busca que Punto Radio (Vocento) se fusione con la COPE. En ello será el director de Publicaciones de Vocento, José Alejandro Vara y la presidenta, Catalina Luca de Tena, quienes intentan convencer a José Manuel Vargas, consejero delegado, de, o bien una fusión Punto Radio-COPE o bien traerse a Federico. Problema: Luis del Olmo se resiste a ceder su torno al talibán de sacristía -un apodo injusto: Federico ha demostrado que nada tiene que ver con las sacristías- a Federico y Jiménez aceptan dirigir el programa matinal de las cadenas fusionadas pero no Punto Radio que no tiene audiencia.
Esta opción tiene una variante: la pretendida por el presidente de la COPE que quiere una fusión COPE-Punto Radio sin Jiménez. De este modo, se quedaría Luis del Olmo con Félix Madero como sucesor, un periodista de origen socialista, hoy convertido al centro-reformismo, que seguramente forjaría un programa fervorosamente católico y muy pío.
La coordinadora de Medios Comunicación social del Arzobispado de Madrid y secretaria de la Provincia Eclesial capitalina, María Rosa de la Cierva, conocida como la obispa -no en sentido quevediano, sino por lo mucho que manda en la diócesis madrileña-, tiene otro plan: pide a Rouco que Jiménez se quede y que la COPE les alquile a Jiménez y Ramírez su emisora en Madrid. Esto está muy bien porque no hay mejor manera de ganarse al enemigo que elevarlo de empleado a socio. O mejor aún, seguir abonándole un sueldo de oro y, al tiempo, pagarle una cuota de alquiler de la emisora que le ha arrebatado. Así, se cerraría el círculo del chantaje y quedaríamos todos en manos de Vito Corleone, que los protegería de los enemigos.
En esa aparece el grupo Intereconomía, de Julio Ariza, quien ofrece gestionar la COPE asumiendo todos los riesgos del fracaso salvo el riesgo monetario. O sea, sin poner un euro, pero siempre dispuesto a repartirse las seguras ganancias y no las improbables pérdidas.
Y a todo esto, ¿alguien pretende hacer una emisora cristiana? Sí, el Vaticano, pequeño Estado situado en el interior de Roma. El cardenal Tarsicio Bertone, tras consultar al español Antonio Cañizares, hoy en Roma, ha llegado a una curiosísima conclusión: si Federico continúa controlando la COPE, la COPE evangelizará más bien tirando a menos, quizás porque nadie da lo que no tiene. El dúo Bertone-Cañizares tiene pensamientos extraños, y defiende que el principal objetivo de una cadena de radio cristiana no es obtener beneficios sino discípulos de Cristo. Ya lo dijo el diestro: En este mundo hay gente pa to.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com