La modernidad puede cometer excesos, ciertamente, pero nadie puede negar que, al menos en libertad de expresión, y dentro de ésta en la vertiente libertad de prensa, el mundo moderno ha ampliado los márgenes de libertad. Y estoy convencido de que hablamos de gente bienintencionada, incluso de una mayoría que disfruta de una de esas ideas tan vaporosas como arraigadas (nada arraiga más que el vapor, una vez que se ha insertado en algún tejido orgánico): esto de la censura, va a más. No sabría demostrarlo, pero seguro que es así.
Y cuando digo que la censura va a más no me refiero a los regímenes políticos tiránicos. Allí, las cosas están muy claras: no existe libertad de prensa y en paz. No, me refiero al Occidente democrático, donde se supone que existe la libertad de prensa, al menos existe en el ordenamiento positivo, en las leyes. Y tampoco digo que la causa sea la concentración de empresas. Este fenómeno colabora lo suyo pero no resulta concluyente.
No, lo que está ocurriendo es que, de forma absolutamente democrática, faltaría más, con métodos propios de un Estado de Derecho, se está diciendo qué es lo que se puede contar en un medio público, y qué no. Especialmente en Internet, claro, porque es el fenómeno informativo de nuestro tiempo y el más difícil de controlar.
No, me refiero a sucesos como los siguientes: el juez californiano James Kleinberg ha dado la razón a la firma Apple Computer, propiedad de uno de los hombres más ricos del mundo, Paul Allen, en su denuncia contra unas bitácoras (blog) de Internet por haber publicado la noticia y algunas características técnicas del ordenador Mac Mini, con el que la marca pretende transformar el uso de la informática.
Pero ya saben que lo mejor de una sentencia no son las conclusiones sino los razonamientos. A fin de cuentas, el ser humano sigue siendo un ente presuntamente racional. Así que el juez considera que la información, siendo verdadera (pequeños detalles sin importancia), e incluso tratándose los acusados de páginas personales de Internet entusiasmadas con los productos Mac, es información robada, y exige a sus autores que desvelen sus fuentes informativas.
En definitiva, Su Señoría ha decidido que una blog no es un medio informativo y que, por tanto, sus autores no pueden acogerse al secreto profesional, algo que yo siempre he considerado más un penoso deber que un jugoso derecho del periodista, pero dejemos eso.
En otras palabras, lo que Su Señoría está diciendo es que él decide qué es un medio informativo y qué no lo es. Una sentencia que entusiasmará a los señores de la prensa, a los grandes editores, que forman parte egregia del Sistema de Poder imperante, y que si algo odian, precisamente, es aquello que no pueden absorber: por ejemplo, a los informadores de Internet. El poder político y el económico, igualmente felices: les encanta el lobby editorial, y les preocupa muchísimo que cualquiera pueda ejercer de periodista, es decir, que cualquiera pueda comunicarse y, lo que es peor, informar.
El asunto tiene su enjundia, porque Su Señoría no entra en los límites tradicionales de la libertad de prensa (espléndidos límites), tales como el respeto a la verdad y el respeto a las personas y a la intimidad. No señor, aquí la única intimidad en juego es la de Appel Computer y el Sistema para violentar la libertad de prensa de una blog y exigirles descubrir a sus fuentes. Una bitácora no es un periódico : lo ha dicho Su Señoría. ¿Qué es un periódico? Se supone que lo que admite el poder judicial, a la hora de interpretar las leyes y la realidad, o el que exija el poder político a la hora de redactar esas leyes, o el que dictamine el poder económico en su intento por controlar a los medios, sumando su principal arma: El dinero.
Eulogio López