La recuperación de Gilbert K. Chesterton (GKC), traducido al español, constituye uno de los grandes logros de la bibliografía española actual. Y no se debe a las grandes editoriales, como es lógico, dado que las grandes editoriales no están dispuestas a promover a este apóstol de lo pequeño, de la pequeña propiedad privada, que es garantía de libertad. No, son las editoriales menudas las encargadas de recuperar al genio cuya lectura ha cambiado a muchos lectores.
Aún más: da la impresión de que existen un montón de editoriales tirando a minúsculas que están viviendo de reeditar al infatigable Chesterton: novelas, obras de teatro, poesía, ensayos pero, sobre todo, artículos periodísticos, porque la mente más profunda, y más alegre de todo el siglo XX, fue, antes que nada, un jovial periodista.
La editorial Rialp compite en esta carrera por hacerse con originales de Chesterton y ha publicado una biografía de William Richard Titterton, que fuera su redactor jefe en el semanario G.K.'s Weekly. Su título: Chesterton mi amigo. No es la biografía de Maissie Ward, la definitiva (por cierto, ¿para cuándo en España?, que uno todavía tiene la edición argentina) ni las modernas de Seco y pero Titterton trabajó con Chesterton y eso ya es mucho decir. Esta vez el retrato está hecho en caliente, casi palpita, y además Titterton tiene una excelente pluma, quizás porque no se las da de literato: se conforma con ser, como su director, un alegre periodista.
Me ha encantado la obra y mira que me encantan todas las obras de mi maestro intelectual y aquellas que tratan de resumir su pensamiento o su vida.
A lo que vamos. Titterton entrevistó al genio y le hizo esta pregunta: ¿Cuál ha sido su tentación más grande? Don Gilbert se lo piensa y responde que su tentación más grande, a la que sucumbió para, más tarde, arrepentirse y combatirla, consistió en el progresismo maquinista de HG Wells y del progresismo socialista fabiano y vegetariano -esto último especialmente horroroso- de su otro adversario-amigo: George Bernard Shaw. Cuenta Chesterton que todo ocurrió en la calle de Notthing Hill (se horrorizaría, si la viera ahora, llena de franquicias), donde descubrió que tras la máscara radiante del progreso que preconizaban Wells y Shaw se encontraba la peor de las dictaduras: la que se disfraza de democracia y de ciencia y tecnología.
La comercial calle londinense de Notting Hill no representó la caída de Chesterton en la tentación progre sino su salida de la misma. En aquella barriada repleta de pequeños propietarios, Chesterton comprendió la maldad liberticida que se ocultaba tras lo grande, y Wells, el ateo de la guerra de los mundos, y Shaw, el ateo del socialismo vegetal, amaban lo grande:
"En el mismo instante, vi que mis amigos progresistas estaban más empeñados que nadie en destruir Notting Hill. Shaw, Wells y los demás sólo están interesados en los acontecimientos que sacuden al mundo, en los que hacen el mundo. Al decir, 'cada día, en cada aspecto, cada vez mejor', querían decir cada vez más grande, en cada aspecto.
Ahora bien -asegura Chesterton-, en la naturaleza no existe nada parecido a esta expansión continua, excepto el crecimiento, que termina cuando la criatura alcanza la madurez… Vi que estos progresistas estaban obsesionados con la idea de la expansión. Existe el corazón expandido que es, según me dicen, una enfermedad. Existe la cabeza expandida de los ególatras. Pero el caso típico de la criatura que se expandió por igual en todas direcciones es el de esa rana con ínfulas imperialistas que quería ser toro y se expandió hasta reventar".
Y entonces vino la conversión, la conversión a lo pequeño, la certeza absoluta de que el pequeño universo de la calle Notting Hill, con sus pequeños comerciantes (hoy convertidos en franquicias de multinacionales, qué horror) era la respuesta, no sólo a los problemas económicos del mundo, sino a sus retos políticos de libertad y justicia: "En ese medio segundo, admirando boquiabierto las filas de tiendecitas flanqueadas noblemente por una taberna y una Iglesia, descubrí que, no sólo estaba en contra de los plutócratas, sino que estaba en contra de los idealistas. En el aire relativamente cristalino de esa aldea romántica oí una trompeta". La trompeta de la rebelión de lo pequeño contra lo grande.
Poco después, recuerda Titterton, Chesterton suscribiría su deliciosa novela "El Napoleón" de Notting Hill, cuyo modelo es el Quijote de de nuestro Cervantes, y cuya idea motriz es, precisamente, que lo pequeño no sólo es hermoso, sino libre, y que el progreso no es más que la trampa de los poderosos para someter a los humildes.
Eulogio López
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