En una reunión de 45 minutos, lapso al que hay que reducir el tiempo dedicado al protocolo, no se pueden tratar muchas cosas.

Quizás por ello, Benedicto XVI redujo a dos sus mensajes para el presidente norteamericano, Barack Obama. El primero era lógico: si no se respeta el derecho a la vida, toda la arquitectura de derechos humanos se vuelva una chufla. Pero el segundo sorprendió más: no le habló de familia, educación, sanidad, diplomacia internacional, conflictos bélicos, del hambre o de igualdad de la mujer. No, se refirió a la necesidad de mantener la objeción de conciencia como un derecho humano fundamental. Parecía un derecho un tanto particular, reducido, menor, pero, al parecer, no lo es para el Vicario de Cristo.

Y es que, habrá que insistir, la misma forma en que la valentía no es una virtud, sino cualquier virtud en su punto de prueba, la objeción de conciencia no es un derecho -al menos, no sólo es eso- es cualquier derecho en su punto de prueba. No hay libertad si la conciencia cede ante una imposición política. No hay que obedecer una ley injusta. Para eso se precisa un consenso social sobre lo justo e injusto ciertamente, pero si, como ocurre en el momento actual, dicho consenso no existe, la culpa no es de la conciencia, sino de la ausencia de conciencia. Ejemplos, a miles. ¿Estaba obligado el pueblo alemán a obedecer las leyes eugenésicas nazis? No, deberían haber obedecido a su conciencia moral que le decía que tales leyes eran una barbaridad.

El ministro de Justicia de ZP, Francisco Caamaño no se ha enterado de lo anterior y, por eso, acaba de anunciar una reducción -quería decir, anulación.- del derecho a la objeción de conciencia. El objetivo final consiste en obligar a médicos y enfermeras a perpetrar abortos. Es como las mafias: como prueba de aceptación en el grupo, al aspirante  se le exige una examen de sangre: una vez que haya matado al primero ya es de fiar. Y así debe ser: su conciencia ya está podrida y no ofrece objeción alguna. A partir de ahora, puedes hacer lo que quieras con su alma  con su corazón. De eso se trata. Y todo ello, oiga usted, en nombre de la liberad religiosa: Do you understand?

Vivimos en la época de la objeción de conciencia, es decir, en la libertad de conciencia. El primer nombramiento de Obama para juez del Tribunal Supremo norteamericano, la hispana Sonia Sotomayor, ha tenido que enseñar su pedigrí progresista -es decir, que es favorable al aborto- y, al mismo tiempo, como si se tratara de un continuo. Ha lanzado su andanada contra la objeción de conciencia, es decir, contra la libertad de conciencia: la tarea de un juez no es hacer la ley sino aplicarla. Ya sé que estas palabras son moda y norma en todo Occidente. Ahora bien, se dará cuenta quien las formula de que se está cargando la libertad de conciencia, es decir la libertad.  

Eulogio López

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