Sr. director:

La marea negra provocada por el Prestige es indudablemente una catástrofe ecológica y  también una catástrofe humana, en el sentido de que muchos hombres y familias se ven seriamente afectados  en sus trabajos y recursos para vivir. Se puede opinar y valorar sobre el grado de diligencia y eficacia en las acciones de control y detención de la marea negra por parte del gobierno del Estado y del gobierno de la Xunta. Los efectos negativos para el medio ambiente se irán paulatinamente superando. Posiblemente en el plazo de dos o tres años, y conforme a otras experiencias similares, se recuperará el nivel medioambiental anterior al vertido del fuel. Gracias a los diversos fondos, felizmente previstos, por las políticas estatales y comunitarias, procedentes en último término de la solidaridad impositiva de todos los ciudadanos,  podrán ser socorridas desde los primeros momentos las personas afectadas en sus trabajos y recursos de vida.

Hemos de mantener siempre por tanto un tono moderadamente optimista, ante la magnitud de esta catástrofes. Pienso que este tipo de desgracias, siendo por supuesto totalmente indeseables y requiriendo la puesta en práctica de las máximas garantías para que no se repitan en lo sucesivo, tienen, de todos modos, un carácter de relatividad frente a catástrofes en las que se ocasionan pérdidas de vidas humanas, unas provocadas por abusos o perversión de los mismos hombres, otras por las fuerzas incontrolables de la naturaleza que parece que nunca dejará de sorprendernos.

He leído y escuchado en varias ocasiones ya que no se recuerda o que no ha habido en los últimos tiempos desastres semejantes a éste del Prestige. Alguien escribía el otro día en un periódico nacional que se admiraba de la magnitud de la reacción de solidaridad de los jóvenes en esta catástrofe que la han valorado  como mayor, incluso, que la que se produjo con la tragedia del asesinato del joven Miguel Ángel Blanco a tiros de ETA.

Vamos a procurar no perder el sentido común y no desorbitar las cosas. Creo que todavía muchos comprenderán que un desastre natural o accidental en el que no se pierden víctimas humanas es un desastre relativo. Pienso que todo volverá a la normalidad y que los sentimientos y los lamentos de estos momentos son muy pasajeros y se olvidarán pronto. Cuando se pierden personas humanas, seres queridos en una desgracia, entonces los sentimientos se hacen verdaderamente dolorosos durante muchísimo tiempo incluso durante toda la vida. ¿Quiénes y por qué están empeñados, como si les fuera la vida, en hacernos creer que esto es una terrible tragedia como nunca la ha habido en España, olvidándose de Biescas, o del depósito de aguas de Ceuta, o de aquel autobús escolar de hace dos veranos o de cualquier acción terrorista como la reciente muerte heroica de un guardia civil a tiros de ETA, o de la eliminación médico-lucrativa de vidas inocentes en las clínicas abortivas?. Ayer mismo morían dos personas en el descarrile de un tren Talgo en la provincia de Albacete.

No quiero minimizar los efectos desastrosos de la marea negra del Prestige. Reitero lo dicho en el primer párrafo. Sólo quiero llamar la atención de que la cultura de los sentimientos no siempre es una cultura de justicia y verdadera solidaridad. Otras veces la cultura de los sentimientos se queda simplemente a merced de los intereses económicos o políticos no siempre justos ni solidarios.

Virgilio Domínguez