Dice Financial Times que la oferta de cinco fondos de inversión anglosajones por el consorcio de telecomunicaciones AUNA es una operación apalancada. Recordemos que los fondos de inversión y de pensiones constituyen hoy la clave de todo el capitalismo occidental. Ellos son los propietarios de las mayores empresas del mundo, a costa de recoger el ahorro de millones de pequeños inversores en todo el mundo rico, en el área OCDE. Además, cada día que pasa, la jubilación de nuestros mayores depende más de estos fondos y menos de las administraciones públicas. Sus gestores son los hombres grises, a los que nadie conoce, pero ante los que tiemblan los archifamosos presidentes de las grandes corporaciones norteamericanas, europeas y asiáticas.

 

En el caso de la oferta sobre AUNA estamos hablando, además, de cinco compañías que se dedican tanto al capital riesgo como a la gestión de patrimonios. Cinco de las grandes, todas ellas, naturalmente, anglosajonas, británicas o norteamericanas: Blackstone, Apax, CVC, Providence y Carlyle.

 

Y dice Financial Times que se trata de una operación apalancada. Para entendernos, una operación apalancada es aquellas que se compra con deuda avalada por los activos de la propia sociedad comprada, no del comprador. El concepto de apalancamiento financiero nace en la década de los ochenta, en los Estados Unidos, ligado a los famosos bonos-basura. El mecanismo era muy simple: Si uno quería comprar una empresa sin dinero, emitía los llamados bonos- basura, bonos de alta rentabilidad, y con ellos pagaba la empresa. Una vez que era dueño de la compañía, la troceaba y vendía por piezas. Con ello se conseguía pagar los bonos y, además, obtener pingües beneficios. La verdad es que, como casi todas las operaciones de ingeniería financiera, desde que el mundo es mundo, se trata de juegos de suma cero, donde lo que alguien gana, alguien lo pierde. Por eso, lo que siempre se moculta en este tipo de operaciones es que el comprador, el de los bonos-basura, lo que hace es reducir costes de la empresa adquirida, cargándose a la mitad de la plantilla.   

 

En el caso que nos ocupa, nos es que estas empresas pretendan colocar al frente de AUNA a un equipo de gestores dispuestos a dirigir un proyecto de comunicaciones capaces de competir con Telefónica. No, de lo que están hablando es de trocear el consorcio y vender, por un lado, la telefonía móvil de Amena y por otro la telefonía fija del cable.

 

Estamos, pues, ante la degradación de la inversión colectiva y del capital riesgo: fondos convertidos en tiburones destructores de riqueza y empresas –las de capital-riesgo- nacidas para crear otras empresas que se convierten en destructoras de las mismas.

 

El apalancamiento es, simplemente, la nueva especulación financiera propia del siglo XXI, aunque inventada a finales del siglo XX. Es cambiar el espíritu emprendedor del empresario, digno de todo elogio, también si se hace millonario, por el espíritu baboso del especulador, que no crea nada y destruye bastante. Eso sí, el empresario suele trabajar en un despacho pequeño; el especulador, en lujosos despachos enmoquetados.

 

Eulogio López