Desde hace una década, todo rico que se precie, con más de 3 millones de euros para administrar, se montaba una sociedad de capital variable, SICAV. Las variaciones de capital suponían una imposición mínima, del 1%, por lo que el asunto resultaba muy apetecible para administrar patrimonios. Cuando los socialistas llegaron al poder, y en especial a través del nuevo presidente de la Comisión Nacional del Merado de Valores (CNMV), Manuel Conthe, en un papel que no es el suyo pero por el que siente mucha querencia, se pretende elevar la tributación de las SICAV. La verdad es que suena bien, eso de castigar a los ricos, y no seremos nosotros quienes nos opongamos.
Pero también resulta un tanto demagógico, especialmente si se considera quién saldría ganando con ello y quién ha insistido más en que se tome esta medida: Mariano Rabadán, presidente de la patronal de fondos de inversión y fondos de pensiones, INVERCO. Porque la realidad es que desde que el cambio o traspaso de un fondo a otro no está penado, y paga el mismo 1% de las SICAV, el beneficio fiscal es idéntico para los ricos de las sociedades de capital variable que para los 7 millones de españoles partícipes de un fondo de inversión.
En otras palabras, con la muy socialista medida de gravar las SICAV quienes ganan son los fondos de inversión, es decir, la inversión mediatizada por bancos y cajas de ahorros, que cobran sus correspondientes comisiones y donde el particular no sabe dónde invierten su dinero.
Quien sí está marginado frente a SICAV y fondos, es el particular que compra acciones en bolsa, directamente, sin otro intermediario que la agencia de valores (que ya de por sí se lleva su comisión). Cada una de sus plusvalías acaba en Hacienda. Pero claro, este es el que menos negocio ofrece a bancos y cajas; pero es el que les quita el negocio de la sopa de boba de los fondos.