Lo que más me preocupa de la gente de Caritas y de Manos Unidas es que hablan más de la pobreza que de Dios. Lo cual no es bueno por cuanto no sólo de pan vive el hombre y porque, como recuerda el Papa Francisco, sin Cristo la Iglesia se queda en ONG. Es decir, bien poca cosa.

Hispanidad ya dio cuenta del recién presentado Informe Foessa. En efecto, duro y necesario informe, porque la crisis está resultando dura, muy dura, y, naturalmente, se ceba con los más débiles. Y los cristianos, la Iglesia, a través de Cáritas y de Manos Unidas, ayuda a muchos de esos débiles. Esto es estupendo.

Ahora bien, me sorprende ese lenguaje político en los portavoces de una institución de la Iglesia. Por ejemplo, el empleado por uno de ellos, Sebastián Mora (en la imagen), que más tenía de crítica política que de solución cristiana.

Para ser exactos de crítica política más bien izquierdosa, digamos socialdemócrata
. Y ahí estriba la dificultad, porque resulta que el cristianismo no necesita pedirle prestada ninguna idea económica ni a la izquierda ni a la derecha. La derecha económica le copió a la Iglesia el sublime derecho a la propiedad privada –ése sí que es un derecho- y la izquierda le plagió la justicia, aunque la interpretó, groseramente, como mera igualdad.


A partir de ahí, de su imitación de la política, Caritas no sólo se aleja de su cometido sino que, además, entran en un sinfín de contradicciones. Por ejemplo, critican la subida del IPRF o del IVA y, al tiempo, la reducción de los derechos sociales, tales como el subsidio de paro. Oiga, ¿de dónde se creen que sale el dinero para pagar los subsidios de paro Pues de los impuestos, claro. O lo uno o lo otro. Ambos, apenas compatibles.

Todo ello dentro de esa terminología sindicalera de los "derechos sociales". Miren ustedes, los derechos, como la propiedad, siempre son individuales y privados.

Otrosí: todas las críticas de los Sebastián Mora y compañía iban contra el Gobierno. Muy higiénico: al Gobierno hay que golpearle de continuo; si no sabe por qué, los ministros sí lo saben. Ahora bien, un cristiano sabe que la justicia social no sólo depende del Gobierno sino de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. El individuo suele ser egoísta, también aquéllos que no se dedican a la política.

No es de extrañar que, ya metidos en vereda, en vereda politiquera, los presentadores del informe hayan hablado de los muy necesarios Objetivos del Milenio (OMD). ¿Qué hace una institución de la Iglesia defendiendo unos principios que entienden la liberación de la mujer como el acceso a los métodos abortivos ¿La matanza de inocentes indefensos es desarrollo cristiano Háganme caso: en cuanto oigan a algún 'pelao' hablar de Objetivos del Milenio mándenle a freír espárragos.

Y claro todo esto tenía que desembocar en las siguientes palabras del mencionado Sebastián Mora: "Si es verdad que siempre la pobreza y la exclusión hieren el corazón, la desigualdad es un escándalo ético y político. Como me decía hace un tiempo una campesina salvadoreña, 'la pobreza nos asusta pero la desigualdad nos indigna'".

Pues a mí la desigualdad no me indigna nada. Otros le llaman diversidad. E insisto, no conviene confundirla con la justicia. Igualdad se parece a justicia tanto como compasión a bondad. La desigualdad es lo natural, no lo antinatural. Siempre habrá pobres y ricos, independientemente de que a todos se les ofrezcan las misma posibilidades, porque no todos aprovechan igual esas oportunidades

Entonces, ¿no hay que ayudar al débil Naturalmente, es una de las claves de la justicia cristiana.

Ahora bien, la miseria no es un derecho, ni tan siquiera los otorga.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com