Las leyes más dañinas para el desarrollo económico del tercer mundo no son ni los aranceles ni los contingentes, sino las subvenciones agrícolas de la Unión Europea (PAC) y de Estados Unidos (Farm Act), cuyas reformas de 1990 y 1995 han servido para lo mismo que los consejos europeos: para perpetuar la injusticia.
La comisaria europea de Agricultura y Desarrollo Rural, la danesa Mariann Fischer Boel, ha visitado España con el mismo aire retador de su antecesor, el austriaco Franz Fischler. Su casi homónima sucesora ha defendido la OCM del vino, que exigirá el arranque de muchos viñedos en un país como España, el de mayor terreno de ese cultivo en toda Europa, con la región líder en el mundo en este producto: La Mancha.
En definitiva, la Farm Act y la PAC son un horror por dos razones:
1. Pagan por no trabajar, por arrancar vides, en lugar de cultivarlas.
2. Ambas existen para marcar precios artificiales y hacer que los países pobres tengan que rendirse a los productos occidentales, no porque sean mejores, sino porque son más baratos, y son más baratos porque los financiamos con los impuestos, que para eso podemos permitírnoslo.
No sé por qué razón en Europa siempre eligen como responsable de agricultura –el ‘Ministerio' más importante de todo Bruselas, a representante de países donde el color verde figura, antes que nada, en los jardines de sus capitales, pero el caso es que tanto el austriaco Fischler como la danesa Fischer no tienen lo que se dice mucha sensibilidad.
Según la danesa, la salida "digna" del agricultor es cobrar por arrancar viñedos y dedicarse a otra cosa. Esto de pagar por no trabajar no parece muy digno, pero que encima lo defienda quien lleva la comisaria de Desarrollo Rural tiene su enjundia. Uno pensaría que el mayor enemigo del desarrollo rural es la desertización del campo y el éxodo masivo hacia la ciudad, y que arrancar viñedos y suprimir hectáreas de cultivo no ayuda ni a paliar al hambre en el mundo ni a reducir el hacinamiento urbano, donde ya sobrevive la mitad de la población mundial.
El segundo horror no es menor. La primera fase de desarrollo económico de un país emergente –es decir, paupérrimo- siempre está en el sector primario; agricultura, ganadería, pesca y forestal. El primer síntoma de mejora económica consiste en no pasar hambre. Sin embargo, la presión de los precios artificialmente bajos de los productos europeos o norteamericanos destroza la emergente economía de los países impecunes.
Por tanto, liberalizar no es subvencionar el arranque de viñedos, sino liberalizar. La política agrícola debe ser la opuesta la política, pro ejemplo de vivienda: cuanto más se liberalice la agricultura mejor –sin calificar de digno el arranque de viñedos, porque no puede serlo nunca- mientras que la vivienda de protección pública ha de ser la clave de política de vivienda adecuada.
Ahora bien, no nos insulte usted señora Fischer Boel: la dignidad consiste en un trabajo que sirva al bien común y que proporciones unas rentas adecuadas para cada trabajador o emprendedor. Dignidad no es el modelo subvencionado de UE y USA, según el cual la cosa consiste en trabajar poco, a ser posible en la función pública, y jubilarse pronto, a ser posible prejubilarse cuanto antes y con indemnización. ¡Jo con la dignidad europea!
Y de paso, hacinarnos a todos en megaurbes por abandonar el campo.
Eulogio López