"Cada uno en su sitio", ha dicho el canciller Gerhard Schröder, para señalar que él dimite como líder de la socialdemocracia alemana, SPD, pero que seguirá al frente del Gobierno alemán. Y, ya de paso, también quería recordar que no está dispuesto a dejarse presionar por su partido.

El problema del canciller es muy simple: a Schröder no le salen las cuentas. Con una economía en práctica recesión y un Estado del Bienestar insostenible, las bases de la poderosa izquierda alemana se resienten. Así que Schröder, que llegó al poder en 1998 y revalidó en septiembre de 2002, no está dispuesto a que le presionen más, sobre todo a la hora de reducir prestaciones públicas. Curiosamente, los verdes, presuntamente situados a su izquierda, no le causan tantos quebraderos de cabeza.

En cualquier caso, vamos a vivir un interesante experimento, novedoso en Europa: un presidente del Gobierno dispuesto a gobernar al margen de su partido. El juego parlamentario puede dar mucho de sí. De entrada, la mayoría afirma que su dimisión del Partido irá acompañada de una dimisión en el Gobierno. Se admiten apuestas.