Sr. Director:
Pero si todavía a alguien le queda alguna duda, le animo a que lo descubra por su cuenta: hágase, por ejemplo, con alguna prueba de Matemáticas de las que se ponían en 8º de EGB, aplíquela a los alumnos de 4º de la ESO, que tienen dos años más que los que entonces tenían los de 8º, y contraste los resultados.
Y hemos de estar especialmente atentos y previsores porque las consecuencias de una mala enseñanza suelen producirse años más tarde, y, además, no es fácil darse cuenta entonces de cuál fue la causa que las engendró.
A mi modo de ver, después del terrorismo -que también es un problema de educación, aunque de otra naturaleza-, lo que más nos debería preocupar a todos es lo mal que anda, desde hace años, la enseñanza secundaria en España. Y, sobre todo, habría que tomar las medidas oportunas. Ya se está haciendo algo con la LOCE, pero, dada la gravedad del caso, habría que "dejarse de cataplasmas" y "tirar de bisturí". Y no es difícil darse cuenta por dónde hay que sajar. Bastaría, por ejemplo, que para acceder al Bachillerato se exigiese una cierta nota media en la ESO o, en caso de no conseguirlo, superar una determinada prueba para que las cosas mejorasen de forma radical. Bastaría suprimir las liberaciones (sindicatos, CAP, etc.), y otro gallo nos cantaría; es más, si no hubiesen existido, ni siquiera habríamos llegado a esta situación. Y no conviene preocuparse mucho de la protesta del "fundamentalismo logsiano" porque, como es sabido, ésta se producirá, aunque sólo se cambie una coma.
Y si esto es predicable de la enseñanza, ¿qué no habría que haber dicho, si el término empleado hubiese sido el de educación?
Víctor Manuel Sánchez
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