Definitivamente, el euro se ha demostrado como la gran estafa. La inflación subió en España un 4% durante 2002. Al final, el redondeo al alza se ha impuesto en un país donde la hostelería y el turismo son piezas claves de la economía y de la vida diaria.

No sólo eso: el diferencial (termino del idioma economiqués que significa diferencia) con Europa no disminuye, aumenta, mientras el equipo de Rodrigo Rato sigue fiando a la inflación el remedio a todos los males, elevando un 2% el salario mínimo con unos precios que crecen al 4%, y exigiendo moderación salarial. Realmente, alguien debería hacer algo. Lo que parece claro es que España es un país dócil.