Por su interés, reproducimos el artículo de Ismael Medina que publica hoy Vistazo a la Prensa (www.vistazoalaprensa.com) sobre la Audiencia del Papa a los Reyes de España, que ya fue aplazada el mes de julio.
Frialdad en Castelgandolfo
He tenido que aguardar hasta la madrugada para encontrar en los periódicos digitales las primeras reseñas de la visita privada de los Reyes a Benedicto XVI en la residencia de verano de los Papas, en Castelgandolfo. Son resúmenes de agencia iguales entre sí. Me pregunto con la natural consternación el notorio retraso en informar de un acontecimiento de indudable importancia celebrado por la mañana. Me sorprende asimismo la ausencia de crónicas de los corresponsales españoles acreditados en el Vaticano. Cierto que la Sala de Prensa vaticana, de la que fui asiduo durante cuatro años, no hizo pública nota alguna referida a la visita, ni oficial ni informal. Y más anómalo ahora, cuando Navarro Valls mantiene una fluida relación con los medios. Los vaticanistas, como se conoce a los corresponsales que cubren ese singular espacio, se las ingenian siempre para suplir con confidencias, aunque sea a título de rumor, lo que no encuentra en la Sala de Prensa. Este anómalo comportamiento induce a sospechar que la Casa Real o el gobierno, se han tomado un tiempo para urdir una información amable y disuadir a los medios de hacerlo por su cuenta.
A quienes conocemos bien la política vaticana nos llama la atención y desconciertan los términos en que, según esa información sospechosamente uniforme, se produjo el encuentro. Intentaré explicar lo que considero contradictorio de la versión que ha circulado. Una versión del contenido de la visita privada facilitada por el monarca y su esposa. Y su envoltorio por el jefe de prensa de la casa Real que formaba parte del séquito.
Doña Sofia acentuó el carácter privado del encuentro al prescindir de la mantilla blanca protocolaria, antiguo privilegio de los titulares de la Monarquía Española. ¿O le fastidia llevarla? Pero resulta chocante, al menos para mí, que al tratarse de una visita privada, el Papa se revistiera de los atributos externos que subrayaban su autoridad pontificia. Ha sido siempre común a todas las audiencias privadas de los Papas que éstos vistieran la sotana blanca. De esta guisa han recibido habitualmente a no pocos jefes de Estado y de gobierno en visitas que a efectos de protocolo se consideraban privadas. También en las de índole realmente privada a personas de menor relieve. Pablo VI me concedió junto a mi familia una audiencia privada antes la cual se advirtió a mi mujer que llevara mantilla negra y de la que conservo la habitual fotografía. El Pontífice vestía de blanco sin ningún otro aditamento. ¿Han cambiado con Benedicto XVI los usos, o se trató de una forma sutil de subrayar distancias y distanciamiento?
De todas las visitas privadas de fuste político se ha facilitado siempre una nota oficial y el jefe de la Sala de Prensa, luego de leerla, ha respondido con claridad o evasivas a los corresponsales en la habitual rueda de prensa. ¿Por qué no en esta ocasión? La diplomacia vaticana tiene muchas formas de se decir o sugerir con sutileza su posición respecto de lo que a la Santa Sede interesa. Recuerdo a este propósito la respuesta del director de la Sala de Prensa a la pregunta de un corresponsal de si, como se rumoreaba, el presidente Reagan visitaría al Papa. Menos sinuosa traducida al español, fue ésta: No se puede decir que no sea cierto que el Presidente Reagan no vaya a venir a visitar al Santo Padre. Ahora, ni eso. Absoluto silencio, al menos por el momento. Y llamativo también que, como explica la uniforme información publicada, que por primera vez en las visitas reales al Vaticano no fue admitida la prensa. Olvida quien redactó la información que la prensa, por lo menos yo no recuerdo precedentes, siempre quedó al margen las audiencias privadas u oficiales. Aguardaba expectante la entrada y la salida de los recibidos por el Papa y luego corría a la Sala de Prensa para conocer los detalles.
Mucho tiempo treinta minutos para hablar sólo de la familia real española y del nuevo nieto, o nieta, que esperan los monarcas de su nuera. Y una manera premeditada de llenar tiempo que el Papa llevara a los monarcas hasta el balcón de la sala de audiencias para mostrarles la belleza del paisaje. No queda claro, por lo demás, si en los poco más de 30 minutos están comprendidos el saludo del séquito, que lo hubo, y la entrega del regalo real al Papa por un miembro del mismo.
Restan otros dos elementos de juicio que no pueden pasar desapercibidos. La audiencia fue solicitada en abril y la Secretaría de Estado ha esperado hasta el verano para concederla. Da la impresión de que se ha buscado deliberadamente evitar la recepción, nunca exenta de solemnidad, en los recintos pontificios del Vaticano. Tampoco me casa que en el curso de una visita privada el monarca de un régimen parlamentario invite al Papa a visitar su país por delegación del presidente de su gobierno y del presidente de una autonomía. Una invitación de esta índole sólo puede hacerla por sí mismo un presidente de república con poder ejecutivo, como el de Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, o el mismo presidente de gobierno, bien personalmente o a través de la vía diplomática. Curiosa la interpretación del monarca al propósito. Explicó que el Papa no se mostró contrario a la invitación de que venga a Valencia. Es fácil entender que tampoco se mostró favorable. Lo dejó en el aire.
Desde que el PSOE llegó al poder el fundametalismo laicista en que se ha embarcado el gobierno Rodríguez ha generado graves líneas de tensión con la Iglesia. ¿Necesito recordar la homilía del cardenal Herranz en la madrileña parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, de la que Vistazo a la Prensa publicó el texto íntegro a continuación de mi crónica sobre el evento? Tampoco echó el Vaticano en saco roto la respuesta que dio don Juan Carlos a la invitación del Vaticano de que se comportara como un monarca católico, tal que hizo Balduino de Bélgica, ante una decisión laicista que vulneraba principios fundamentales de la fe: Firmaré lo que quiera el pueblo español? No se preguntó al pueblo español lo que realmente quería al propósito. Fue una decisión de mayoría parlamentaria de partidos. ¿Acaso los monarcas son sólo protocolariamente católicos y laicistas en la práctica?
No es necesario acudir a fuentes vaticanas indirectas para confirmar la calcula frialdad vaticana respecto de la visita real español, pese a que ya conozco alguna confidencia. Ha sido una audiencia sutilmente beligerante, aunque más tarde o más temprano pudiera endulzarse de alguna manera. Debemos estar atentos en adelante a las decisiones vaticanas en diversos ámbitos. Por ejemplo, la personalidad del Nuncio que se dice sustituirá pronto al actual o los nombramientos de futuros obispos que el nuevo promocione. En definitiva, que las espadas están en alto, aunque las de la Iglesia parezcan inofensivos cirios.
Ismael Medina