Es sumamente alarmante el nivel de ruidos que soportan nuestras ciudades, y nuestros pobres cerebros, especialmente, aquellos que son totalmente evitables, debidos a las costumbres de jóvenes motoristas, que aceleran al máximo sus bólidos, con toda impunidad. Hay ayuntamientos, como el de Barcelona, que hace campañas publicitarias para concienciar a dichos jóvenes, pero sin ningún resultado, porque no se les aplican las sanciones que equivalgan, como se hace en el caso de los coches. También nos alarma ver, a las personas con una mínima sensibilidad psicológica y espiritual, el deterioro en el comportamiento callejero, en transportes públicos y en todo lugar, de las parejas de jóvenes, que, cual si estuviesen en una discoteca nocturna de las de "aquí todo está permitido", se besan y toquetean de forma escandalosa, solamente porque a ellos les da la gana, sin ningún miramiento al público del lugar. No es de extrañar, en lo más mínimo, que luego aparezcan tantísimas adolescentes embarazadas, descerebradas, que no dudan en abortar, a las primeras de cambio. Sin volver al puritanismo, por supuesto, pero ¿es que los ciudadanos de a pié, tenemos que soportar las majaderías de ellos, sin que nadie diga nada?
Concepción Martínez Sánchez
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