Leo que un comentarista religioso afirma que la CIA apuesta por el cardenal nigeriano Arinze como sucesor de Juan Pablo II. No sé si es verdad lo de Arinze pero seguro que es cierto lo de la CIA. Claro que la inteligencia norteamericana (no, no es una contradicción in terminis) está preocupada por el nombre del nuevo Papa. Y el gobierno chino, y las grandes potencias económicas, y la ONU, y el tejido industrial y financiero... En los despachos alfombrados se habla mucho de la Iglesia, aunque luego se la insulte o desprecie a la hora de las comparecencias públicas. Los inteligentes saben que aún hay algo más poderoso que el poder: la influencia.
Ahora bien, no conviene que los católicos se contagien del mundo (de hecho, no deben contagiarse ni tan siquiera de El Mundo de Pedro J. Ramírez). No conviene ver a católicos caracterizados, especialmente clérigos, entrar en la batalla por la sucesión del Papa, si no es para rezar por el próximo pontífice (por Juan Pablo II no hace falta rezar, sino encomendarse).
De otra forma, estará cayendo en la doctrina de la conspiración, es decir, en la filosofía Alí Agca. En el último libro de Juan Pablo II, Memoria e Identidad, el pontífice se refiere a su relación con Alí Agca, el terrorista turco que intentó asesinarle. Dice Wojtylla sobre su agresor: Durante toda la conversación se vio claramente que Alí Agca seguía preguntándose cómo era posible que no le saliera bien el atentado... esta inquietud le había llevado al ámbito religioso. Se preguntaba qué ocurría con aquel misterio de Fátima y en qué consistía dicho secreto.
El secretario particular del Papa, monseñor Stanislaw Dziwisz, es un poco más duro al recordar la visita a la cárcel del Papa: El Papa le había perdonado públicamente ya en su primera alocución después del atentado. Por parte del prisionero, nunca le he oído pronunciar las palabras pido perdón. Le interesaba sólamente el secreto de Fátima.
Dicho de otra forma, perdido en la teoría de la conspiración recientemente ha hecho referencia al Anticristo-, Ali Agca perdió, o al menos ha perdido hasta hoy, la oportunidad de vivir algo mucho más emocionante: el arrepentimiento. Porque ésta es la cosa: el secreto de Fátima, sólo en parte desvelado, el Anticristo, el Juicio de las Naciones, el Fin del Mundo, todo eso puede resultar muy interesante, pero lo único importante, y éste era le mensaje de Juan Pablo II, es el arrepentimiento. Y con el arrepentimiento el perdón, y con el perdón el progreso, de la persona y de toda la humanidad.
No, la filosofía Ali Agca no es buena, aunque se aborde con la mejor de las intenciones.
Como informábamos ayer, la Iglesia se enfrenta a dos enemigos: la derecha y la izquierda, los suyos y los otros. La izquierda progre pretende conquistar la Iglesia; la derecha pretende conquistar el poder político utilizando a la jerarquía eclesiástica y su influencia sobre el electorado. Créanme, nunca logro decidirme sobre cuál de los dos bandos resulta más peligroso.
Son dos bandos que, por otra parte, coinciden con dos filosofías igualmente anticristianas, la dos caras de la modernidad. La izquierda se acoge a la progresía de los años 60, a su relativismo tristón, a su materialismo ni tan siquiera teórico, sólo práctico, pedestre, primario. El progre no ha muerto, pero se encuentra muy enfermo. Incluso deberíamos ser caritativos con él, si no fuera porque todavía detenta buena parte del poder cultural. El progre ya ha cumplido los sesenta.
Por su parte, la nueva derecha, derecha pagana, se adhiera las fórmulas New age, ecologistas, panteístas, feministas... Han pasado del materialismo al pan-espiritualismo, y sienten querencia por la teoría de la conspiración. Y ya saben mi opinión: mucho peor que la conspiración (que a fin de cuentas es más divertida) es el consenso que produce el pensamiento débil. En este sentido, les advierto que Zapatero, aunque haya heredado la jefatura de un partido de izquierda, se parece mucho más a esta izquierda pagana que a la izquierda progre de finales del siglo XX. Es una generación más joven, más tendente a la derecha política, que acaba utilizando a la Iglesia como instrumento para que los conservadores vuelvan al poder. En España, para que el PP regrese a La Moncloa.
En cualquier caso, no conviene que la filosofía de Alí Agca haga olvidar lo importante.
Eulogio López