El epicentro del maremoto estaba situado al norte de Sumatra, pero asoló las costas de India y la antigua Ceilán, con olas de hasta 12 metros de altura. Es decir, que si el movimiento sísmico se hubiera producido en Madrid, sus devastadores efectos se habrían sufrido... en Berlín. Hay mucha mar de por medio, porque si eso mismo hubiese ocurrido en Europa, en América o en China, ahora estaríamos ante la mayor catástrofe de la historia, con millones de muertos y un planeta incapaz de reaccionar. Pero no, los efectos se desparramarán por la inmensa planicie líquida del Pacífico, tan grande como el resto del planeta pero principalmente habitada por peces. El balance final de víctimas mortales tardará días, quizás semanas, en conocerse. Por ahora, ya hemos superado los 40.000, pero nadie se atreve a detener la cuenta.

El maremoto del Sudeste asiático da vértigo. Proporciona, por de pronto, una escalofriante convicción de debilidad ante los elementos, que abre la puerta o a la esperanza o a la desesperación, sin posibilidad de intermedio alguno. Son magnitudes que hablan de la fragilidad del planeta y de la nimiedad del ser humano.

Quizás hacemos demasiados planes para el futuro, quizás nos preocupamos más de adonde vamos que de dónde venimos.

Eulogio López