Una polémica igual de vacía que la producida cuando el entonces director de la oficina presupuestaria, José Barea, propuso que los hospitalizados se pagaran la comida que consumían como hacían en sus casas.
Obviamente ninguna de las dos propuestas rompe con el principio de una sanidad gratuita y universal, pero ayudan a generar una pedagogía de que la sanidad gratuita sale muy cara, que los recursos sanitarios hay que hacerlos sostenibles, que los costes de la sanidad los financiamos entre todos y que por tanto no se puede abusar de un sistema que de momento funciona razonablemente bien.