El mundo empieza a parecerse cada vez más a La hoguera de las vanidades, del exquisito, y brillante, Tom Wolfe. Lo mejor de la obra es la subtrama en la que un grupo de personas deciden manifestarse en pleno Manhattan. Pero lo gracioso es que la manifestación comenzaba cuando llegaban las cámaras de televisión, no antes. Entonces los manifestantes desplegaban sus pancartas y comenzaban a vociferar.

No, Wolfe no se inventaba nada, era exactamente lo que estaba ocurriendo. No hacía literatura, sino periodismo. A eso se le llama democracia virtual y espero que no sea algo peor: vida virtual. Más que nada porque, como todos ustedes saben, la demencia consiste en eso: en ser incapaz de captar la realidad o, lo que viene a ser lo mismo, confundir la realidad con la imagen.

Y el panorama español, que siempre resulta extraordinariamente divertido, es un buen ejemplo de democracia virtual. Un grupo de voluntariosos progresistas se manifiestan delante del Ministerio de Asuntos Exteriores para exigir la libertad de tres cantantes que irrumpieron en un templo para cantar contra Putin. Es decir, tres majaderas blasfemas que, en lugar de luchar contra Putin en el Kremlin, decidieron ofender a los cristianos berreando en un recinto sacro.

Yo también me solidarizo con el trío punk: Vladimir, muchacho, nada de condenarlas a pena de cárcel: condénalas al suplicio de escuchar sus discos, grabados en pantalla, por supuesto, durante tres días seguidos. Y hasta pudiera ser que bastara con tres horas. Existe el riesgo de que esto sea considerado tortura por la Corte Penal Internacional (CPI), pero no hay peligro de que pierdan la razón: carecen de ella.

Al mismo tiempo que RTVE sacaba las imágenes de cuatro gatos manifestándose en Madrid por las punk soviéticas, todavía no he visto concentración alguna por un compatriota, un tal Carromero, a quien los hermanitos Castro pretenden condenar a 7 años de cárcel por un accidente de tráfico en el que murieran dos disidentes cubanos, en otra de las farsas de la majadera tiranía castrista.

Pero Carromero importa poco: no es uno de los nuestros,  sólo es español y va a ser condenado injustamente, por mojarle la oreja a España. Si fuera un punk ruso sería otra cuestión. En la hoguera de las vanidades reales exhibidas en una sociedad virtual, sólo hay sitio para los majaderos.

Eulogio López
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