No es casualidad. La Iglesia se separa cada día más del indigenismo populista iberoamericano, ese movimiento que capitanea el venezolano Hugo Chávez y que dice pretender el socialismo pero apoyado en un capitalismo petrolífero, capitalismo de Estado, por supuesto, y que financia la revolución marxista en países como Honduras o Bolivia.
La postura de la Iglesia frente a este nuevo ataque la libertad en Hispanoamérica es inequívoca: los obispos venezolanos le recuerdan a Chávez que no se puede sacar a Dios de las escuelas y al ecuatoriano Rafael Correa los orígenes cristianos de Ecuador. En el caso de Ecuador, el propio Benedicto XVI se ha involucrado en la respuesta.
En el entretanto, el cardenal Darío Castrillón se ha involucrado directamente como mediador para una paz en Colombia. Lamentablemente, en Honduras el chavismo no está dispuesto a solicitar la mediación de la institución más respetada en Iberoamérica: la Iglesia católica.