Ni musulmanes ni hebreos conciben el perdón dentro de la justicia. Por la naturaleza del mensaje de Cristo, los cristianos estamos llamados a proclamar el perdón en nuestras vidas, para poder ser coherentes con nuestra fe.
Este es el papel fundamental e insustituible de los cristianos en Tierra Santa, ser puentes de comprensión entre hebreos y musulmanes, mostrar a ambas comunidades que el perdón es posible y que, gracias al perdón, la convivencia pacífica entre judíos y palestinos es también algo posible.
La diferencia está en que tanto para los judíos como para los musulmanes el perdón sólo nace de Dios hacia el hombre. El concepto del perdón cuando hablamos del hombre al hombre es propiamente cristiano. El Evangelio nos dice a los cristianos que antes de reconciliarnos con Dios, debemos hacer lo propio con nuestro hermano. Esa relación que el cristianismo aporta entre el perdón del hombre al hombre como consecuencia del perdón de Dios al hombre, es algo desconocido tanto para judíos como para musulmanes. Este es un concepto cristiano que será difícil que puedan vivir tanto los hebreos como los musulmanes, pues ambos se mantienen aun hoy, en la dinámica de la venganza que hay implícita dentro de la denominada "ley del talión". Ellos desconocen la gratuidad del perdón que nos trajo Jesucristo. El perdón cristiano no nace del poder de perdonar del hombre, nace de la participación del hombre en la gracia del perdón universal de Cristo, que es lo que nos da la fuerza real para perdonar.
Resumiendo: Los cristianos de Tierra Santa tienen un papel crucial, ya que son ellos los únicos que pueden hacer de puente entre las comunidades judía y musulmana, pues existen cristianos de raza judía que viven en Israel, e igualmente, existen cristianos de raza palestina que conviven bajo la autoridad palestina y ambas comunidades de cristianos pueden acercar posiciones entre sus vecinos enfrentados.
Desgraciadamente, el papel salvífico de los cristianos en Tierra Santa, al ser ellos mismos perseguidos en ambas partes (especialmente en la musulmana), se ve seriamente mermado y dificultado. Los cristianos, que eran a principios del siglo XX más del 24% de la población, se han reducido a mucho menos de la mitad.
Aunque es relativamente más fácil para un cristiano convivir en el Estado judío que en cualquier estado musulmán, también en Israel existen contenciosos. Esto se debe a que Israel fue fundado exclusivamente para el pueblo hebreo, por lo que prácticamente podemos decir que todos los no hebreos, también los cristianos, son injustamente considerados como ciudadanos de segunda clase en su propia tierra. Para remediar estas discriminaciones, la Santa Sede intenta cerrar acuerdos con el Gobierno Israelí desde 1991. A fecha de hoy, quizás estos sean los más importantes:
1) El reconocimiento del estatus de la Iglesia Católica dentro del Estado Israel.
2) La anulación de algunos de los impuestos que sólo pagan los cristianos. Se trata de tasas que datan desde los primeros tiempos del dominio otomano y que, a pesar de ser previas a la creación del estado hebreo (la jizyah y la jaray), aun se mantienen parcialmente vigentes.
3) Los permisos de residencia para los eclesiásticos (muchas veces maliciosamente denegados).
4) El reconocimiento de las propiedades de la Iglesia.
Mientras no se cierren los necesarios acuerdos en todos los puntos mencionados, será difícil decir que todos los derechos de los cristianos están garantizados en Israel. Por ejemplo: hace ya unos 10 años que el ministerio del interior no da regularmente permisos de residencia para religiosos y religiosas en Tierra Santa. Procedan del país que procedan, siempre se niegan a documentar a cualquier sacerdote o a cualquier miembro del clero, con lo que de facto, el Gobierno hebreo está llevando a la práctica uno de los slogans sionistas más conocidos: "No queremos ni curas ni iglesias en Israel".
Efrén Pablos García