"La fuerza bruta es llevadera, la razón bruta parece insoportable". El viejo adagio viene de perlas para el ataque a la Monarquía tras la imputación de la infanta Cristina por el juez José Castro.
Al parecer, si escuchamos a la mayoría de los partidos políticos, la infanta Cristina, Duquesa de Palma (en la imagen), debería estar feliz por haber sido imputada. En primer lugar, así podrá acudir con abogado; en segundo lugar, demostrará que todos los españoles somos iguales ante la ley (no es cierto, la Familia Real, con la excepción de Su Majestad el Rey, tiene menos privilegios jurídicos que un diputado autonómico). Además, en sus ratos libres podrá dedicarse a preparar su defensa aunque no sé yo si tras la fianza millonaria que se le ha exigido a su esposo, y tras las exigencias de los políticos de que no paguen su defensa con fondos públicos, no sé yo si obtendrá una buen abogado.
Vamos, que es un chollo esto de ser imputado. Es como el anuncio del Tampax: puedes hacer de todo, tener abogado, no autoinculparte. Lo dicho, un chollo. Cristina, ¿por qué no eres feliz
Mejor ha sido lo de la Coalición Canaria, a cuyos diputados veo últimamente un poco aplatanados. Aseguran que al ser imputada -esa maravilla del Estado de Derecho, por el que todos los afectados deben estar felices con tantos y muy agradecidos- debe renunciar a sus derechos dinásticos. No piden que se le quite la patria potestad sobre sus cuatro hijos pero todo llegará.
Lo preocupante no es que la infanta sea encausada sino la borrachera republicana que nos ha entrado a todos. Insisto: antes de echar por tierra una institución con 1.300 años de historia, conviene pensárselo dos veces. Además, caramba, no es que a los españoles nos haya ido especialmente bien con nuestras dos experiencias republicanas, ¿verdad
La esencia de España no es la Monarquía sino la fe cristiana. Ha sido el cristianismo, nos los Austrias ni los Borbones, quien han conformado este país. De hecho, cuando los reyes -sean los godos o las dos grandes dinastías de la era moderna- se han alejado de los principios cristianos es cuando todo se ha ido a pique. Por mucho que digan, lo que no se le perdona a SM el Rey es lo de Corinna. Entiéndase, no es que el rey haya sido un rijoso -lo han sido muchos antepasados suyos- sino que hayan elevado a doña Corinna al cargo de asesora o de no se sabe qué, con la correspondiente humillación para su esposa. Es decir, por atentar contra un principio cristiano.
Por las mismas, los católicos coherentes no el perdonan a Su Majestad que jamás haya utilizado su influencia en legislaciones como la defensa de la vida o la familia. El Rey de España ha abjurado de sus principios católicos al estampar la firma en cualquier legislación por aberrante que fuera.
Ha perdido el Rey la querencia, no ya de los cristianos, sino de muchos españoles que, aunque no sean practicantes, siguen manteniendo una cosmovisión cristiana de la existencia que incluso confunden con su patriotismo español, sin solución de continuidad entre su fe y su nacionalidad.
Así se percibe el sinsentido de ese tópico que tanto gustaban repetir los socialistas: "Yo no soy monárquico soy juancarlista". Pues mal vamos, porque las personas pasan, su imagen cambia, su prestigio muda. Por contra, los principios -no las instituciones, sino los principios- permanecen.
Ahora bien, dicho esto, ¿de verdad nos ha ido tan bien a los españoles durante nuestras dos experiencias republicanas ¿De verdad vamos a echar por tierra 1.300 años de historia ¿Sin pensarlo un minuto
Eulogio López
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