Sr. Director:
Desde que España inició el desmantelamiento industrial en beneficio de Francia y Alemania, allá por los años 80, nuestros economistas solo se dedican a hablar de política monetaria y financiera, desligándola de cualquier estudio sobre la inversión pública y privada en el sector primario y secundario.

 

No solo aquí, también en países donde se ha producido una fuerte desindustrialización, caso por ejemplo de Gran Bretaña y Estados Unidos. En ello siguen.

En Estados Unidos empezó con Reagan, aunque tenía a su favor el dominio en el mercado de capitales mediante el cuasi-monopolio del dólar en las transacciones del comercio internacional y en la nominación de los activos. En España, el camino al monetarismo lo abrió Carlos Solchaga, ministro de Economía con F. González. Al frente de la economía real, la excrecencia de nuestra industria se puso en manos de Claudio Aranzadi, que llegó a decir que la mejor política industrial era la que no existía, es decir: la que decidiera el mercado, al paso que guardaba silencio sobre la competencia desleal de las grandes empresas alemanas o francesas, todas ellas participadas por los Estados, y que a día de hoy controlan casi el 40% del PIB español.

Solo las empresas francesas controlan el 25%. En Italia pasa algo parecido. Como digo, se veía venir ya en los 80. Eran los tiempos en que los políticos socialistas habían empezado a veranear en Mallorca y en Marbella renegando de una estética pasada de moda, la de la barba y la trenca.

¿Cómo se controló la inflación? Pues estableciendo unas variables oportunamente elegidas que aun hoy se emplean, y pensadas únicamente para contener los aumentos salariales. Así, contabilizan el precio por ejemplo de la leche y de las lechugas pero no los alquileres ni la compra de vivienda; de ese modo hemos llegado a que las familias tengan que entregar el 50% de sus ingresos en las próximas décadas --tres, cuatro o cinco-- sin que la inflación oficial lo refleje. Además, esos estudios los realizan únicamente organismos oficiales, o paraoficiales, caso por ejemplo de los bancos (sobre todo La Caixa y el BBVA), y sin que haya nadie que discuta los datos que aportan. ¿Y los sindicatos? Cobran, y mucho, por callar, y de paso salvaguardar los intereses de su inmensa red de liberados sindicales. Los mismos que en aquel entonces, y huelga tras huelga, acabaron de hundir la que era nuestra reciente y frágil industrialización.

Jamás verán a nuestros economistas hablar de estas cosas, lo suyo va por otro lado. Los liberales sí hablan de esa inflación y del fraude que significa, pero no explican qué se hace cuando en una economía globalizada, un país poderoso como Estados Unidos se lanza a una expansión crediticia, puesto que esa expansión obliga a todos los demás países a seguir el mismo camino, ya que de no hacerlo así quedarían a merced de aquellos inversores que acceden al dinero con más facilidad. 

Vean la inflación en España de los últimos diez años y de la que no habla el Instituto Nacional de Estadística. Es de hoy mismo, en la Puerta del Sol. Cualquiera puede comprobar que ese mísero papel pegado en un cristal dice la verdad que ningún periódico salmón nos cuenta:

Alberto Recarte. Se refiere a la economía española y del resto de Europa en los años 80:
"Veinte años después de que comenzara la primera crisis del petróleo, que junto a las dificultades políticas de la transición desencuadernaron la estructura económica española, era evidente que nuestros sucesivos gobiernos no eran capaces de idear y aplicar una política económica que permitiera absorber la mano de obra que abandonaba la agricultura, la que se quedó sin trabajo al desaparecer los sectores industriales que habían impulsado el crecimiento español en los años finales del franquismo y la que aportaban las generaciones más numerosas de la historia demográfica española que, terminados sus estudios elementales, medios, profesionales o universitarios, llegaban al mercado de trabajo".

(...).

Alemania tenía empresas grandes, tecnología avanzada, marcas, marketing, redes comerciales internacionales, una población muy bien formada y acuerdos de estado entre los sucesivos gobiernos, los empresarios y los sindicatos, que se traducían en la defensa de la competitividad de las empresas alemanas. 

Francia tenía un esquema parecido, pero con menos empresas tecnológicamente avanzadas. Sus carencias las resolvía con una política intervencionista y proteccionista, disimulada en reglamentos y en la operativa del antiguo Mercado Común y su mercado nacional era lo suficientemente grande como para mantener una estructura productiva mucho menos competitiva que la de Alemania. 

Italia estaba ya dividida entre un norte industrial y un sur subvencionado, agrario, incapaz de escapar a la coacción de la mafia y a la corrupción de su clase política. Pero el norte tenía tecnología, capacidad de innovación y, nuevamente, una tradición de ignorar las regulaciones de todo tipo, europeas o nacionales, que les permitían la supervivencia. Y un mercado interior suficientemente grande como para que las economías de escala de las mejores empresas pudiera compensar sus limitaciones de competitividad exterior. 

El Reino Unido, además de incorporarse tardíamente a la Unión Europea, tenía sus propias tradiciones, sus lazos con Estados Unidos, su status de centro financiero internacional y su lengua era, y es, la auténtica lengua común de nuestro tiempo. Por no hablar de su fortaleza jurídica y el respeto a la legalidad.

La situación española era mucho más complicada: una población muy inferior, con una densidad reducida, con problemas de comunicación; una industria nacional que vivía de la tecnología exterior, de un mercado protegido, una financiación privilegiada y ayudas fiscales; una industria de ese tipo y una agricultura atrasada determinaban unos precios altos en relación con los del extranjero y una pérdida de competitividad que había que corregir con devaluaciones, cuando el déficit del sector exterior se hacía imposible de financiar.

Ser competitivos en una Unión Europea sin las ventajas de tamaño, capital humano y físico acumulados por las empresas de los otros países europeos más desarrollados, sin tecnología propia, marcas ni organización comercial internacional, era una tarea titánica. Sobre todo porque ni los gobiernos democráticos, ni la oposición democrática, ni los sindicatos, ni la patronal, eran conscientes de que integrarse sin protección exterior y apoyos gubernamentales internos era una tarea de Estado.

Y queda lo peor: solo podemos competir en salarios, así que todavía habrá que perder más poder adquisitivo. Eso los que tengan un empleo, puesto que vamos a un paro estructural no menor del 25%.

Lo de la Puerta del Sol

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Lo de Sol no es nada comparado con lo que harán cuando Mariano ocupe la Moncloa. No es solo en España. Veamos lo que ocurre en el mismo corazón del imperio:

Aunque la cifra de desempleo en todo el país permanece por debajo del 9%, [es falso, ya se sabe que supera el 20%] hay zonas donde asciende tranquilamente por encima del 30%, regiones enteras depauperadas tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y la bancarrota de facto de algunos Estados.

Además le siguen echando la culpa a Obama, por socialista. Qué cara tienen, como si todo hubiese sido culpa del negrito.

El resultado para la ciudad ha sido demoledor. Hoy Detroit apenas llega al millón de habitantes. Hay 33.000 casas abandonadas y 70 escuelas públicas han tenido que cerrar, aunque más por falta de dinero que de alumnos.

El cierre de escuelas ha supuesto que las que quedan tengan que meter en cada aula una media de 60 alumnos. Y no es el peor de los problemas que arrastra. El alcalde se ha visto obligado a recortar el presupuesto de policía y recogida de basuras en un 20%, lo que ha ocasionado que muchos barrios parezcan un vertedero y se hayan apoderado de ellos bandas de criminales.

Nueva Jersey, tampoco es mejor. El gobernador de Nueva Jersey ha anunciado un recorte de 10.000 millones de dólares para este año y enfrenta un problema mayúsculo con las pensiones públicas -46.000 millones- y servicios médicos -65.000 millones- que no sabe cómo financiarlos.

El estado de California, el más poblado y rico de Estados Unidos, está en quiebra técnica.
A este otro artículo le hago un comentario.

Fijaos, estaba leyendo ahora sobre el Forex (mercado de divisas) y resulta que hace cuatro años el dólar estaba presente en el 86% de las transacciones, es decir: que Estados Unidos, desde que abandonó el patrón oro, se ha financiado casi monopolizando el mercado de capitales. Si el dólar cae ¿cómo se financia el imperio? Mirad la tabla.

En realidad la FED ha sido el banco central de la economía mundial, y eso ha sostenido al Imperio, sobre todo desde que sus exportaciones cayeron y tuvo que abandonar el patrón oro (es decir, que EEUU se declaró en quiebra al no poder pagar con oro las reservas en dólares que tenían Francia y creo que Gran Bretaña, que fueron quienes reclamaron el pago en metal). Por eso a partir de entonces a Estados Unidos no le preocupó tener un déficit brutal y creciente en la balanza de pagos por cuenta corriente (bienes y servicios) puesto que la compensaba con la balanza de capitales, ya que USA era el único que proveía de liquidez al sistema.

El problema ahora es similar al que se produjo cuando la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods, cuando quedó en evidencia que los dólares en manos extranjeras eran muy superiores a las reservas de oro de Estados Unidos; ahora ocurre que el volumen de dólares en circulación no corresponde con la riqueza real de Estados Unidos, con lo cual el dólar cae como moneda de reserva. En 2004 ya solo el 60% de las reservas (no de las transacciones) eran dólares, por eso Estados Unidos fuerza que el mercado del petróleo se haga exclusivamente en dólares, puesto que ya es el último respaldo que le queda a su moneda.

España pasará a manos exclusivas del eje franco alemán. Vamos a enterarnos de lo que vale un peine con los gabachos dictando la política económica y no económica de España. Eso es lo que se jugó el 11-m. Bueno, lo que se pactó: dominio militar useño sobre España (como hasta ahora) y dominio colonial franco-alemán.

Ángel Martínez