Consuelo Rumí, secretaria de Estado de Inmigración, ha lanzado una gran campaña por la que se regularizará (es decir, se permitirá vivir en España) a todos aquellos inmigrantes que tengan trabajo.

 

Al mismo tiempo, Jordi Pujol, un político generalmente mesurado, acaba de pronunciar la siguiente estupidez racista: "El mestizaje sería el fin de Cataluña". La frase resulta racista, porque el mestizaje es una maravilla (el mundo hispano no es más que puro mestizaje entre los indígenas norteamericanos y los españoles). El mestizaje es estupendo, en todo tiempo y lugar.

 

El desgraciado epigrama de Pujol revela, además, un complejo de inferioridad que está en la clave de todo racismo, de toda xenofobia. A ver, ¿por qué el mestizaje de catalanes con negros, españoles, hispanos, rusos o chinos iba a acabar con Cataluña? Eso sólo ocurrirá si la cultura que ofrece la parte catalana es inferior a la foránea.

 

Volvamos a la hispanidad. La conquista española de América impuso nuestra fe y nuestra lengua, simplemente porque era una fe y una lengua superiores a las nativas. Ningún ejército, por muy poderoso que sea, ninguna superioridad económica puede imponer una forma de vida y una escuela de pensamiento si su cultura no es superior. El Cristo misericordioso de los coloniadores españoles (a pesar de lo bestiales que eran algunos de ellos) se impuso a los ídolos americanos, simplemente por dos razones: porque Cristo existe y los ídolos no, y porque el Cristianismo era una religión que proponía el amor como motor de las relaciones humanas, y no el imperio del fuerte sobre el débil. Era, pues, una fe superior.

 

¿Por qué, entonces, el Islam penetra en Europa, mientras que el Cristianismo no avanza en el mundo árabe? Pues, porque los musulmanes creen en algo (en mi opinión, una mera caricatura herética del Cristianismo) y se enfrentan a unos europeos que ya no creen en nada. Cuando unos sinvergüenzas musulmanes se orinan ante el altar de la Catedral de Barcelona, el pueblo catalán, con Jordi Pujol a la cabeza, por ejemplo, no se levantan contra los profanadores. Eso sería una muestra de intolerancia. Aconsejo a tan tolerantes muchachos que vayan a orinar ante la sagrada piedra de la Meca o ante el mausoleo de Alí, a ver qué ocurre.

 

Por tanto, el mestizaje es algo bonísimo. Todas las razas y los Estados que existen en el mundo son producto de ese mestizaje. Pujol no debe preocuparse por el mestizaje, sino por el catalanismo, por su vigor cultural, por la claridad de los principios que propone… en suma, por la cultura catalana.

 

Dejemos a don Jordi y vamos con el PSOE y su política inmigratoria. Como si fuera la Madre Teresa de Calcuta, doña Consuelo Rumí, secretaria de Estado de Inmigración, afirma que va a condicionar la regulación al permiso de trabajo. La verdad es que esto de ligar papeles a permiso de trabajo es de una estupidez aplastante. Es decir, ¿que el dadivoso Gobierno español se dispone a permitir vivir en nuestro país a quien tiene un contrato de trabajo en España? Si se les contrata en España es porque España necesita su trabajo. Por otra parte, si no han regularizado sus papeles es porque entraron ilegalmente y luego consiguieron trabajo en la economía sumergida, es decir, como víctimas de empresarios sin escrúpulos (aunque hay veces en que el propio sistema les obliga a contratar sin papeles). ¡Pero qué generosos son los socialistas!

 

Naturalmente, han bastado horas para que los consulados españoles en Marruecos y Argelia se llenen de gente que afirman tener a tiro un trabajo en España. En nuestro país ya florece un sistema de contratos de trabajos falsos, donde el inmigrante paga al empresario pirata sus cuotas sociales, más una comisión…. Y lo paga gracias a lo que gana en la economía sumergida. Es decir, resulta doblemente explotado. Es un mundo de contratos y trabajos falsos.

 

Que no. Que no hay que ligar el permiso de residencia al trabajo. El principio primero en materia de inmigración es el de las fronteras abiertas, lo cual no significa fronteras sin vigilancia ante la delincuencia internacional. La mayor parte de la historia se ha regido por esa política de fronteras abiertas al extranjero, sin cortapisas de ningún tipo. Estados Unidos, primera potencia del mundo, es un producto de la inmigración y el mestizaje. Otra cosa bien distinta es que los países que abren sus fronteras a los inmigrantes exigen, al mismo tiempo, que esos inmigrantes respeten la cultura y las leyes del país que les acoge.

 

Esa es la regla general. Es cierto que, como excepciones, ojo, sólo como excepción transitoria, se regule una inmigración por el simple hecho de que lo hacen todos los países que tienen alrededor (es decir, como Europa es egoísta, España se ve obligada a ser egoísta). En ese caso, en esta etapa de la historia, se debe primar a los inmigrantes que poseen su propia cultura: en el caso de España, los hispanoamericanos. Y ello por la misma razón de que el Reino Unido, en tiempos menos egoístas, primó la entrada de indios o Francia la de magrebíes y libaneses. 

 

Pues bien, el Gobierno español actual está sometiendo a un marcaje estrechísimo (y racista) a peruanos y ecuatorianos, por ejemplo, mientras los magrebíes tienen barra libre, más que nada porque somos amigos de Mohamed VI, rey de Maruecos. En España se está dando el absurdo de que los inmigrantes que causan problemas no son ni los hispanos ni los europeos del Este, ni tampoco los subsaharianos. Son los marroquíes musulmanes. Sin embargo, todo el sistema informativo (Tele 5, El País, La Vanguardia) nos está cantando las excelencias de la gendarmería marroquí que, pobrecitos, no tienen medios para luchar contra las mafias de las pateras. Es más, en un medio ya se ha aludido a que la culpa la tienen el Frente Polisario, porque la excelente policía de Mohamed VI no puede actuar en el Sahara (de donde salen algunas de las pateras) con la eficacia deseada.

 

Por lo demás, el PSOE vuelve donde estaba: a la hipocresía y el egoísmo de quien odia la inmigración pero, por razón de programa político, se ve obligado a defenderla. Y los nacionalistas y la derecha, en este caso catalana, pero se puede extrapolar al PP, vuelven a su racismo: Al miedo que le produce, no la competencia económica de los inmigrantes, sino su cultura. Y el miedo viene producido por lo de siempre: El occidental sólo cree en su capacidad económica, mientras que algunos de los inmigrantes, no sólo están dispuestos al sacrificio, sino que creen en algo. Aunque sea en una caricatura de la propia cultura cristiana. Y ya se sabe que cuando se enfrentan una creencia con un agnosticismo, se necesita mucho consumismo para que el agnosticismo no acabe por morder el polvo.

 

Ni Cataluña, ni España, ni Europa, desaparecerán por el mestizaje. El mestizaje es algo estupendo. Desaparecerán porque han despreciado la cultura cristiana, su fe, que fue lo que les permitió conquistar el mundo. Y en la mayoría de los casos, no se trató de una conquista violenta.

 

Eulogio López