Digo Ceuta porque esta semana hemos asistido al fusilamiento político y personal de la concejal de Asuntos Sociales de Ceuta, Carolina Pérez, obligada a dimitir por decir la verdad en la sociedad ceutí, española y cristiana. Es decir, que la fusilan por decir la verdad y eso siempre resulta turbador.
Por supuesto que los musulmanes no quieren integrarse en Ceuta. Lo que quieren es que los ceutíes se integren en el Islam, es decir, se someten a su manera de vivir y pensar.
Carolina Pérez cometió el error de generalizar. De acuerdo, ¿y acaso es posible hablar de un colectivo que supone casi la mitad de la ciudad autónoma sin generalizar?
Fusilar a Carolina Peréz supone una cesión que envalentonará aún más a los islámicos por marroquíes de la ciudad autónoma. En Ceuta y en toda España se vive un síndrome de Estocolmo peligrosísimo, fruto de la cobardía de la Europa cristiana frente al fanatismo islámico. Para entender lo que ocurre en Egipto, Argelia, Túnez, Jordania, Yemen, etc., hay que mirar a Ceuta.
En el entretanto, en Madrid, el Gobierno intenta sacar adelante la llamada Ley de Cuidados Paliativos y Muerte Digna.
Se trata de una reiteración dado que la muerte digna consiste, precisamente, en los cuidados paliativos, que mitigan el dolor, además de morir rodeados por dos cosas: la verdad que no se puede ocultar al enfermo -he dicho que no se puede, no sólo que no se deba- y el afecto de los suyos. Así es como deben morir los seres humanos, no en medio de personal sanitario que les miente y que, en ocasiones en connivencia con la familia, deciden cuándo ha de morir.
Cuidado, porque me gusta el título de la ley pero ha sido un robo descarado de la progresía a la Iglesia. Las sedaciones exageradas, a las que tan aficionados son los de la izquierda progre y la derecha pagana, no son más que otra forma de definir a la eutanasia. Por ahora, estos en la lucha semántica que no deja de ser una batalla por la vida.
Eulogio López
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