Ocurrió en un templo ubicado en una barriada madrileña. Misa de 8 de la mañana, poca gente y un sacerdote que, en el 'Deo gratias', pregunta a uno de los presentes, operario de la JMJ, qué le ha parecido aquello.

Nuestro hombre se lanza en tromba, porque en todo católico español anida un obispo. Anuncia dos aspectos positivos y uno negativo. El primero, el que comenta cualquiera con sentido común y sin más prejuicios de los estrictamente necesarios en la raza humana: cientos de miles de jóvenes alegres.

En segundo lugar, nuestro hombre -ante toda la asamblea (qué ecuménico me ha quedado esto de 'asamblea')- se refiere a la ceremonia de los kikos y los jóvenes comprometidos en la evangelización, especialmente de China. Recuerda la idea de Juan Pablo II: el tercer milenio es el de la evangelización de Asia, la gran tarea de la Iglesia.

Hasta ahí todo perfecto. Llega el aspecto negativo, la mancha que emborrona el cuadro: "Lo peor, la soberbia de la Iglesia de Madrid, que tendrá consecuencias terribles".

Obsérvese el doble uso del término Iglesia. En lo bueno, la Iglesia somos todos -incluido el censor-, esto es, el Cuerpo Místico de Cristo. En lo malo, Iglesia es la jerarquía eclesiástica, a quien se acusa -y lo hace un católico, un católico comprometido, ante el Sagrario, ante los fieles presentes- de "soberbia" que no deja de ser el mayor de los pecados y el compendio de todos ellos.

Naturalmente, no se nos explica el porqué de la soberbia pero la grave acusación ha quedado colgada en el aire.

No era el momento de responderle y, además, el oficiante no media opción, pero la pregunta a nuestro sesudo analista sería: ¿y quién eres tú para acusar a la Iglesia de soberbia? Recuerda aquel viejo dicharacho del monje que gritaba: "Veinte años intentando ser humilde y al fin lo he conseguido".

Queridísimo hermano en la fe: si consideras que la jerarquía -segunda concepción de la Iglesia- de Madrid se ha comportado con soberbia, lo que tienes que hacer es callarte y rezar por los obispos, sucesores de los apóstoles, no criticarlos en una eucaristía. También puedes dedicarte a la corrección fraterna, pero por el sistema de boca a oído. Porque la jerarquía, amigo, es la intérprete del Magisterio, es decir, del Evangelio, y no puedes desautorizarla.

Y a todo esto, ¿dónde puñetas ha residido la soberbia de la Iglesia de Madrid en la JMJ? Y puestos a preguntar, ¿por qué somos tan tontos los cristianos?

Eulogio López

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