A lo largo de la historia, las tensiones políticas y sociales que han surgido con frecuencia entre la comunidad musulmana, se han resuelto siempre sin que resultara afectada, en ningún caso, la supervivencia de la fe islámica, sino todo lo contrario.
No parece que la situación de caos que vive en estos momentos Egipto vaya a cambiar nada esta constante histórica, por mucho que se hable estos días de la posible disolución de los Hermanos Musulmanes para restaurar el orden social.
El país sigue y seguirá siendo mayoritariamente musulmán y la "sharía", como acaban de ratificar las nuevas autoridades en su proyecto de Constitución provisional, será su principal referencia legislativa como lo era también en la época del depuesto Mubarak.
El problema de fondo no es, por tanto, el cambio de régimen político o el grado de democracia más o menos formal que se establezca, sino un cambio radical de mentalidad que introduzca en la cultura y en las costumbres, la noción de libertad y, sobre todo, de libertad religiosa, como factor de progreso.
Juan García