La economía alemana no da más de sí. La locomotora está definitivamente gripada. El déficit público, lejos de remitir, sigue instalado en el 4% en el primer semestre. Los recortes en el estado del bienestar son claramente insuficientes. Y lo malo es que cada día queda menos margen para reordenar la economía.

 

Los recortes en los subsidios de paro y en las pensiones no han aliviado las cuentas públicas germanas, que siguen arrojando déficit. Sin embargo, sí que han provocado una preocupante convulsión social. Las manifestaciones de oposición a la flexibilización del estado del bienestar han llegado por vez primera a la Alemania occidental, la que menos desempleo presenta.

 

El Gobierno Schröder se ve atrapado entre unas cuentas que no se ajustan a los compromisos del Pacto de Estabilidad y unos sindicatos echados a la calle ante el desmantelamiento del estado del bienestar en el peor momento posible. El proceso de deslocalización industrial alemán no se frena ni con la congelación salarial pactada por algunos sindicatos. Un declive preocupante en una economía que debería de actuar de motor de la languideciente Unión Europea.