Me encanta la ministra de Sanidad, Elena Salgado. La conocí cuando se dedicaba a cosas serias, tales como las telecomunicaciones o el Teatro Real. Ahora se dedica a tontunas tales como la salud del pueblo, y entonces puede permitirse el lujo de decir sandeces. Por ejemplo, en un rasgo de originalidad ha vuelto a recomendar a todos el condón como medio para reducir el sida. Salgado nunca ha sido una gran oradora, por lo que su retórica tiende a estructurarse en epigramas o aforismos. Por ejemplo, lo de aconsejar el uso del condón para combatir el sida. Esto no es nuevo, y sigue siendo tan falso como la primera vez, pero lo bonito ha sido el remoquete final: "Las campañas basadas en la abstinencia y la fidelidad han fracasado".  Esto es como decir: "Las campañas por la colaboración en el pago de impuestos han fracasado: doblad las sanciones". O también "Las llamadas a la honradez han fracasado: repartamos armas entre los tenderos para que se defiendan en los atracos". 

 

Tampoco vamos a explicarle a una ministra (no es nuestra función, estamos en un estado laico) que la ética se rige por los objetivos que persigue y por los medios que pone para conseguirlos, no por la estadística de éxito o fracaso conseguidos. El espectacular aumento del número de homicidios no es razón ni para legalizar el asesinato ni para renunciar a que la gente no le dé al prójimo matarile. Más bien, convendría continuar predicando abstinencia y fidelidad por dos razones: porque es un fin bueno en sí mismo para determinadas personas y porque, de ese modo, con mucha más seguridad que con el uso del preservativo, no contraes el VIH.

 

Eulogio López