Decíamos ayer que estamos exagerando la corrupción política. Y si antes lo decimos…
La Audiencia Nacional acaba de sentenciar que el comisario responsable del Aeropuerto de Barajas, Carlos Salamanca (en la imagen), acusado por sus propios colegas de Asuntos Internos de trabajar para las mafias chinas que introducen inmigrantes-esclavos en el país… resulta que es inocente. ¿Y ahora qué
Primero recuerden lo que dijeron los medios periodísticos buscadores de basura -por ejemplo Tele 5, La Sexta y Cuatro, o el diario El Mundo- sobre este hombre: fue condenado antes de saber de qué estábamos hablando porque los españoles están dispuestos a creerse cualquier cosa de cualquier persona o institución (con la excepción de Podemos, que representa la espita de escape del cabreo). Salamanca era culpable y no se hable más. Otro policía corrupto, de alto rango. Para que te fíes del pájaro. Cámaras de tv y micrófonos esponjosos a las puertas de la calle Prim 12 acosando al imputado, que por algo habrá sido imputado.
Pues bien, resulta que la Audiencia Nacional no sólo acaba de sobresear el caso: incluso acusa a Asuntos Internos, a los propios compañeros de Salamanca, de haber acusado sin razones lógicas y sin tan siquiera indicios dignos de ser tenidos en cuenta. Y no se trata de que Carlos Salamanca haya quedado marcado, se trata de que Tele 5, Cuatro o La Sexta han considerado que una absolución no reporta más audiencia, lo contrario que ocurre con una acusación, aunque esté cogida por los pelos. Para la inmensa mayoría de los espectadores, Salamanca seguirá siendo un comisario corrupto por más que sea un santo varón.
Hemos llegado a un extremo de estupidez y anticorrupción en España que cualquiera que pretenda fastidiar a quien no le cae bien, no tiene más que acusarle de corrupción porque, aunque fuera la mismísima Teresa de Calcuta sería condenada por la televisión en cuestión de minutos. Es así como la justiciera lucha contra los corruptos genera la peor de las corrupciones: la utilización de la justicia como venganza y de la información como calumnia.
También decíamos que los políticos no son los únicos corruptos. Corrompida está la sociedad española entera. Ocurre con la corrupción algo parecido a lo que ocurre con el aborto. Lo malo no es que la mini-reforma Gallardón (convertido ahora, por cierto, en el gran defensor de la vida, que tiene bemoles la copla) se haya volatilizado. Lo malo no es que haya leyes provida o aborteras. Lo malo es que ha abortado la vecina de encima y a lo mejor la de abajo también. Insisto como asegura un amigo mío, si el problema de la corrupción fuera la clase política cambiaríamos a los políticos y ya está. El problema es que no podemos cambiar de ciudadanía.
Pero, en el entretanto, no convendría exagerar. No hay tanta corrupción.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com