No es que dijera mucho: dijo lo que tenía que decir. El ministro del Interior, Jorge Fernández (en la imagen), aseguró que, independientemente de lo que diga el Tribunal Constitucional, él cree que un matrimonio es una institución formada "por hombre y mujer" y que los niños tienen derecho a tener un padre y una madre. Las declaraciones entran en el terreno de lo obvio, pero cuando la sociedad entra en crisis lo obvio se convierte en sabiduría. Y, naturalmente, la inquisición gay, que tiene muy mala leche, le ha crucificado.

Mucho más progresista ha sido su compañero de Gabinete, el ínclito responsable de Educación, José Ignacio Wert. Para el ministro de los coles, con las sentencias del Tribunal Constitucional lo que hay que hacer es "acatar y aplicar". No, hombre no, ministro: acatar sí, pero, ¿aplicar? ¿Por qué razón? Las leyes de Educación socialistas que usted está modificando, ¿acaso eran anticonstitucionales?

¿Qué pasa José Nacho, que todo lo que no es inconstitucional es de aplicación obligatoria? Me recuerda aquello del estalinismo, donde todo lo que no estaba prohibido era obligatorio. Príncipe Wert: si no quieres mojarte por la familia, al menos no promociones la sodomía.

En la misma línea de la mala uva homosexual, el lobby gay ha respondido a la iniciativa del Foro de la Familia de lanzar una nueva iniciativa legislativa popular en defensa del matrimonio natural: les han aconsejado-amenazado que no rompan el "orden constitucional". O sea, que si te opones al homomonio eres un golpista.

Sí, la definición popular de homosexual sigue vigente: un señor que tiene la constitucional fuerza bruta de un hombre y la, asimismo, constitucional mala uva de una mujer.

Eulogio López

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