Se está especializado el presidente del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, Francisco González, en realizar los cambios en el comienzo de año, justo antes de la Junta General de Accionistas. Es decir, rompiendo la tradición de que el orden sea al revés: juntas tranquillas y luego, palo y tentetieso.
La verdad es que los cambios en el equipo ejecutivo del BBVA se venían trenzando desde el pasado año. Tras el escándalo de las cuentas opacas, el consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, tranquilizó a sus huestes: 2002 ya había sido un cambio demasiado movido como para más revoluciones. En 2003, sería otra cosa. Y así ha sido. Se ha aprovechado una de las normas del BBVA, una de las normas más absurdas: la de que no puede haber directores generales de más de 52 años. Así que José Antonio Fernández Rivero (uno de los tres mosqueteros del consejero delegado, procedente de Argentaria), Antonio Ortega (responsable de recursos humanos que se echa a sí mismo), Goyo Villalabeitia, veterano del Vizcaya y responsable del grupo Industrial), así como José Fonollosa, responsable de Iberoamérica, se marchan a casa. Aquí el único gran directivo que queda por encima de los 52 es el presidente, Francisco González. Con las prejubilaciones se machaca la memoria histórica del BBV y de Argentaria, aunque este tenga poca memoria. La casta bancaria del BBV simplemente desaparece. Bueno, eso sí, queda José María Abril, del viejo Bilbao, al que le restan dos años para asomarse al abismo.