En las diócesis de Madrid se leía el pasado domingo día nueve, un comunicado del obispo auxiliar de Madrid, monseñor Fidel Herráez, en nombre del cardenal Rouco Varela, que se encuentra en el Sínodo, en Roma, en la que se hacía alusión a algunos que van a comulgar y se guardan la Hostia Santa en el bolsillo, seguramente no para hacer algo bueno. Recuerda la carta que quienes comulguen en la mano deben consumir la Forma en presencia del sacerdote.
Naturalmente, no en todas las parroquias han leído la carta, especialmente las de religiosos, que suelen ir por libre. Y no deberían, dado que cuando el cardenal Tarancón, alegando falta de sacerdotes, comenzó a convertir los templos de clérigos regulares en parroquias seculares, las órdenes se comprometían a coordinarse con el Ordinario del lugar.
Sé de una parroquia madrileña de una famosa orden en la que se comulga bajo las dos especies por el siguiente y curioso método : cada integrante de la asamblea (recuerden, para muchos la Eucaristía no es sacrificio sino asamblea y ágape fraterno, que nada hay más cursi que un católico progre) donde no sólo se entrega la Forma en la mano, sino que es el propio comulgante quien coge la Forma en el Cáliz común, ubicado a un par de metros pero, como me confesó el párroco sobre una mesa firme (esto me llenó de consuelo).
Termina el año de la Eucaristía y nos encontramos con que la falta de respeto al Santísimo aumentan. Y esto es lo tremendo : que muchos fieles no creen que en el pan y el vino se encuentra el mismísimo Dios, pero, al aparecer, todos los blasfemos, procaces, canallas y sacrílegos en general, sí que lo creen, con gran entusiasmo aplican el robo. Nada de lo que extrañarse: los demonios no creen, sino que saben que existe Dios y dónde se encuentra.
La profanaciones un signo de nuestro tiempo incrédulo. Y un mal signo, porque la misericordia de Dios es infinita, pero no estoy seguro de que se pueda decir lo mismo de la paciencia, no vaya a ser que atente contra la justicia, que también es infinita.
Después de todo, la cosa no es tan difícil: los sacerdotes, los que más Fe deben tener en la Eucaristía, deben mostrar más a Dios e incidir en todos esos síntomas de piedad lo que alguien llamó la urbanidad de la piedad- tales como la genuflexión delante del Santísimo Sacramento. Y también deben insistir en la exposición del Santísimo, así como en las formas y modos de comulgar. Un detalle; sorprende ver a tantos curas insistiendo en que los fieles se levanten en la oración sacerdotal mientras ninguno aconseja que todo aquel que pueda se arrodille durante la Consagración inmediatamente posterior, es decir, durante el milagro.
Eulogio López