El matrimonio es el principio y fundamento de la familia y tiene unas propiedades específicas como son la unidad y la indisolubilidad.
Deben recordar que los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuye al bien de los propios padres, que tienen el derecho y el deber de educar a sus propios hijos y ésta es una misión primaria y darles los principios fundamentales y educarlos en la verdad.
Los progenitores deben entender el alcance de su misión formadora ya que son los principales educadores de sus hijos. En este sentido no pueden hacer dejación de derechos inherentes a la paternidad.
Por otra parte, la familia, por su misma naturaleza, es el primer ambiente donde se despliega y madura la personalidad de los hijos. En el seno de la familia el ejemplo de los padres es fundamental para la educación de los hijos. El ejemplo tiene la fuerza de lo concreto, de lo que se experimenta de modo habitual.
Pocos argumentos son tan persuasivos como contemplar hecho vida lo que se propone como modelo. Desde el primer momento, los hijos son testigos inexorables de la vida de sus padres y, por esta razón, los progenitores deben dar ejemplo siempre y en todo.
Los chavales deben encontrar en la vida de sus padres, lecciones de sinceridad, de lealtad, de amor a la libertad personal, de fortaleza, de laboriosidad, de alegría y optimismo, de comprensión y de amor. La educación dentro de la familia ha de ser coherente. Debe infundir una sólida unidad de vida.
En estos momentos la institución matrimonial está padeciendo ataques de aquellos que pretenden independizarla de la ley natural. Ya no se aprueba la protección de la familia y sí normas infames que, al minar las raíces de la sociedad, aceleran su desintegración. La familia es el cimiento de la vida social. El futuro de la humanidad se fragua en la familia.
"El secreto de la felicidad conyugal consiste en exigir mucho de sí mismo y poco de la otra parte", afirma Guinon.