La monarquía parlamentaria que nos dimos los españoles como forma política del Estado en la Constitución de 1978 fue un sistema que nos permitió recuperar las libertades y superar las inestabilidades y las crispaciones institucionales de otras épocas.
El papel personal del Rey Don Juan Carlos en el advenimiento y en la defensa de la democracia ha sido decisivo. La crisis provocada por los hechos poco ejemplares en los que parece envuelto el yerno del Rey, son una buena ocasión para purificar la institución y para que, de ese modo, pueda prestar los mejores servicios a nuestro país en un futuro.
Sería conveniente examinar qué condiciones se exigen para que una persona siga manteniendo derechos a la sucesión en el trono.
No parece que ese derecho pueda mantenerse cuando se haya actuado contra el Estado de Derecho o en situaciones similares. La monarquía española forma parte esencial de nuestro patrimonio democrático, es expresión de la reconciliación entre todos los españoles. Es necesario preservarla y actualizar permanentemente el papel que tiene asignado.