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Para ayudar a los emprendedores, el Gobierno ha lanzado a sus inspectores de Trabajo contra los pequeños empresarios
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¿Voy a la huelga? No.¿Es una buena Reforma Laboral? No
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Modelo económico: 58 euros de coste, 157 de impuestos
Lleva un mes abierta y, como no puede permitirse el lujo de contratar a un ayudante con tal de no prescindir de ningún cliente, cuando le piden una limpieza de cutis llama a una madre en paro con hijos, de nombre Paca –no se llama Paca-, para que le ayude.
Y éste, querido amigos, fue su gran error.
Once de la mañana. La señorita Rottenmeier –no, no se llama Rottenmeier- irrumpe en el local y pregunta con el tono de quien no tiene tiempo que perder:
-Es usted doña Edevigis Alonso Meléndez? –inquiere Fräulein Rottenmeier.
-No.
-¿No? Bueno es igual, ya que estoy aquí no voy a perder el tiempo. Soy inspectora de Trabajo: sus papeles, por favor.
Y ahí comienza el lío, porque Pepa tiene los papeles en regla pero Paca no. Rottenmeier se embala: acaba de descubrir la perfidia encarnada en emprendedora. Exige los papeles a Paca, Paca, a punto de desmayarse, aún tiene fuerzas para replicarle que no le da ni el papel higiénico. Rottenmeier se encabrona, aunque eso no es noticia: ya entró encabronada en el establecimiento. Le lee la cartilla a Pepa. Esto es, le amenaza con una multa de 10.000 euros.
Pepa responde que, si tiene que pagar 10.000 euros, cierra el negocio, lo que no impresiona a Rottenmeier, quien viene a decirle que ése es su problema –el de Pepa. No el de la Fräulein-.
Y tras demostrar su buena crianza -apercibimiento, que no sanción, por aquello de acabar de abrir el negocio- le concede la gracia favorita de todo buen inspector de policía: Por esta vez seré buena… Da un portazo y abandona la escena. En busca de otra víctima, supongo.
Pepa lo tiene claro: no podrá ayudar a Paca, no le vayan a multar. Así que si no puede atender a un cliente tendrá que prescindir de él. Todo menos contrariar a los inspectores de Trabajo.
Esto es una bella y edificante historia de crisis. El señor Rajoy, el mismo que anima a los jóvenes a montar su propio negocio, a convertirse en empresarios, lanza luego a sus funcionarios -hay que hacer que los empleados públicos produzcan, sí señor- contra las peluqueras de suburbios, vigorosas representantes del fraude industrial, al grito de Rottenmeier: ¿No sabe usted que ningún trabajador puede estar ni una sola hora sin seguro?
La señorita Rottenmeier no hubiera podido ser tan eficaz en el Banco Santander, por ejemplo, donde, en primer lugar, se le habría sometido al tercer grado para poder entrar y donde el director de Recursos Humanos, el propietario, señor Emilio Botín, tiene una agenda muy ocupada. A Fräulein, le habrían recibido, si acaso, una legión de abogados de inquietante colmillo retorcido y ganas de comerse crudo a un inspector de Trabajo.
Reparen en que los inspectores de Trabajo no se preocupan de que el empresario pague un salario justo a los trabajadores –entre otros cosas porque los salarios legales en España son bastante injustos, bastante magros- sino de que el emprendedor les pague a ellos, al Estado, unos nada bajos impuestos laborales. Son los mismos impuestos que hacen que el autónomo se lo piense tres veces antes de contratar a nadie o que se dé a la economía sumergida y se arriesgue a la visita de las Rottenmeier de rigor, o que anime al trabajador que contrata a abrirse su propia licencia de autónomo y a que la facture IVA.
Sería más lógica la visita del inspector de Hacienda, para saber si Pepa ha pagado su IVA, porque no pagar el IVA resulta bastante más deprimente: es un dinero que sí te han pagado y del que no das cuenta al Fisco. Lo de las cuotas sociales es un dinero que te obligan a pagar y que representa el doble de lo que el trabajador realmente se embolsa.
En cualquier caso, ¡Cómo ayudas al emprendedor, querido Mariano! Los nombres son falsos, sí, pero lo malo es que la historia es verdadera.
¿Voy a la huelga? No. ¿Es una buena Reforma Laboral? No
Ahora bien eso no significa que en esa historia de poder haya que apostar por la reforma laboral del Gobierno Rajoy. La reforma es buena –incluso se queda corta en lo que aporta: más facilidad para despedir y menos poder de bloqueo para los dos sindicatos mayoritarios, el de Méndez y el de Toxo. Hasta ahí todo perfecto.
Es más, insisto, se queda corto. Otra vez, el centro-reformismo pepero no se atreve a dar el paso final, el más justo: promulgar el despido libre y la supresión de la causalidad, de que deba haber una causa justa para despedir. ¿Por qué razón había de haberla? El propietario, es decir, el empresario, no despide porque odie al trabajador sino porque no ingresa lo suficiente, como tampoco concreta si no le necesita para ingresa más. No tendría que dar ninguna razón para despedir ni, en puridad, pagar indemnización alguna. ¿Por qué razón, si es el propietario?
Entonces, ¿Cuándo comete un desafuero el empresario? Cuando no paga un salario justo a quien le ofrece su trabajo. Y esto, en España, tierra de salarios de subsistencia, es particularmente grave.
Cuando Méndez y Toxo aseguran que esta reforma abarata el despido tienen razón. Pero es que eso es bueno. También la tienen cuando dicen que esa reforma no subirá los salarios bajos e incluso podría reducirlos, cuando la empresa no gane dinero o por razones de productividad. Pero ellos han sido los mismos que han aceptado un repugnante esquema de 'moderación salarial': congelación de salarios y, lo peor, del salario mínimo interprofesional, congelado en 641 euros brutos mensuales por catorce pagas. Esa congelación sí que hubiera merecido un par de huelgas generales, por lo menos.
En resumen, la reforma ha hecho algo bueno: camina hacia el despido libre. Sólo que no ha hecho lo que debía hacer: reducir los impuestos laborales, sobre todo las cuotas, con lo que se crearía más empleo, y no ha subido el salario mínimo interprofesional hasta los 1.000 euros netos mensuales, lo que les homologaría con la media europea y tiraría al alza del conjunto de salarios.
Esta es la historia: dos sindicalistas empeñados en mantener su poder utilizando a los trabajadores y un Gobierno convencido de que si se facilita el despido se creará empleo: ¿Por qué razón?
Modelo económico: 58 euros de coste, 157 de impuestos
Una historia real. Nuestro hombre viaja de Madrid a Sicilia. Compañía Alitalia. Debe hacer trasbordo en Roma, todo lo cual naturalmente, alarga el trayecto y encarece el combustible. Pues con todo esto, la factura dice lo siguiente: el viaje, es decir, lo que va a recibir la compañía son 58 euros. No está mal: las compañías son realmente eficaces.
Ahora bien, el cliente no paga 58 euros sino casi cuatro veces más: para ser exactos, 215 euros. Esa tres cuartas parte son tasas, es decir, impuestos. Se lo traduzco: en nuestro actual modelo económico, el Estado representa el 70%, como quien dice.
Esta es la historia de la economía del siglo XXI. ¿Queremos cambiar de modelo económico? Muy sencillo: deje tranquila a la gente.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com