El Gobierno Zapatero prohibirá por ley a los padres infligir castigos físicos o humillantes a sus hijos. Penalizar el cachete, que le dicen.
Esto va a ser buenísimo, en especial con los adolescentes, esa edad de la afirmación de la personalidad a costa de sus progenitores. Es cierto que se gana más con miel que con hiel, y que la educación debe estar basada en la argumentación, la razón y el corazón. Ahora bien, cabe la posibilidad, remotísima, lo sé, de que el adolescente (edad que en estos momentos dura desde los 12 hasta los 25, más o menos) mantenga la siguiente postura:
-Daniel, hijo, vete a la escuela.
-¡No voy!
-Bueno, pues no vayas.
-Pues ahora voy.
Recuerden que el principio de contradicción del adolescente respecto a sus padres sólo es superado por el de la mujer frente al esposo.
¿Qué hacer, en resumen, cuando el adolescente se ponga recalcitrante (remotísima posibilidad, insisto, pero la ley debe prever toda la casuística)?
¿Obligarle? Nunca jamás. ¿Dejarle sin recursos económicos? Nunca jamás. Lo prohíbe el Códig los padres deben alimentar, cuidar y educar a sus hijos hasta que éste se marche de casa, aunque haya cumplido los 53.
En Cataluña, según el nuevo código deontológico (felices tiempos aquellos en los que deontología significaba justo lo contrario que hoy), los médicos podrán decidir si una menor aborta sin consultar a sus padres.
En el Reino Unido, los jueces ordenan a los médicos que maten a un niño-paciente porque lo consideran irreversible, a pesar de que los padres se oponen.
Más: los poderes públicos están repartiendo píldoras del día después a menores sin permiso de los padres. Los jueces de familia rompen familias y separan a padre de hijos porque les viene en gana. Otros jueces anhelan que entre en vigor la futura ley contra los malos tratos para separar a padres de hijos por la fuerza de la ley y las sentencias, que siempre son eso : por la fuerza, coercitivas.
El divorcio-express, doctrina Fernández de la Vega, se basa en la peregrina idea de que nadie tiene por qué dar razones para divorciarse.
En resumen, la nueva doctrina legal progresista consiste en que los padres pueden asesinar a sus retoños siempre que estos no haya nacido. Ahora bien, una vez que están inscritos en el Registro Civil ¡lo tienes claro, Lionel! Ni tocarlo, que está bajo la protección del Estado. Al final, toda la trayectoria jurídica europea actual consiste en que el Estado, es decir, los Gobiernos, se inmiscuyan en la familia y desautoricen a los padres.
Es curioso, la progresía, heredera del marxismo, que no le dejó precisamente en la miseria, se nos ha vuelto rabiosamente capitalista. Para la progresía, el Estado es el que concede licencias, contratos y otras prebendas a los grandes grupos empresariales (progresistas, naturalmente, a los otros que les zurzan), mientras proclama la libertad capitalista, la libertad de la zorra en el gallinero. En cualquier caso, el progresismo de izquierdas se sigue sirviendo del Estado para medrar (Polanco) y el periodismo de derechas defiende la autonomía total del individuo frente al poder y frente a la autoridad, frente al Gobierno pero también frente a cualquier principio. El progresismo de izquierdas cree en el dios-Estado y el progresismo de derechas en el dios-mercado, pero no deja de ser lo mismo.
Por eso, el Cristianismo no es de derechas ni de izquierdas. El Cristianismo es una ideología tan rara que considera que quien debe marcar el bien común y el sentido de la vida no es ni el Estado ni el individuo, sino la familia. Y lo cree porque es en la familia donde se desarrolla el primer y más importante ámbito de libertad de la persona, pues no se rige por la contraprestación, sino por el afecto. Por eso, Chesterton decía que la familia es una célula de resistencia a la opresión. Y por eso, también afirmaba que el mayor enemigo de la familia no es Moscú, sino Washington. Ahora, sólo debería cambiar Washington por Bruselas o por Madrid, o por Barcelona. En definitiva, el enemigo de la familia no está en la China post-comunista, sino en la Unión Europea, verdadero desastre de la familia y de la política familiar.
Lo cual es un engorro porque el único aventurero que queda en el mundo moderno es el padre, y la madre, de familia. Formar una familia hoy sí que representa una aventura. A los padres deberían vestirles a la usanza de los antiguos paladines, con escudo, arco y espada, para enfrentarse al mundo, a la sociedad, a la empresa y al Estado. Todo lo que es no es familia, es abulia e indolencia. Ya lo decía Chesterton (hacía por lo menos 24 horas que no le citaba): No nos tocó en suerte, ni a ustedes ni a mí, vivir en una época grandiosa o de éxtasis. Los hombres hablan del ruido y de la inquietud de nuestra época, pero creo que toda esta era, en realidad, está bastante adormilada; todas las ruedas y el tránsito nos hacen dormir.
Sin embargo, el padre de familia no puede relajarse ni un momento, el enemigo acecha. Su vida es la más apasionante de todas, la que merece la pena ser vivida. Por eso, la insoportable levedad burocrática intenta destruirla: para mí que el Estado envidia a la familia. Al igual que el anticlericalismo actual no pretende destruir a la Iglesia, sino conquistarla. El Estado no pretende aniquilar a la familia, sino suplantarla. Si lo consigue, nuestra vida se convertirá en un auténtico coñazo.
Eulogio López