El futuro ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, ha declarado al diario La Razón lo siguiente: "En los últimos años, España ha descuidado mucho sobre todo las relaciones con Marruecos. En lugar de científicos y técnicos, hemos enviado soldados para defender una isla deshabitada".

 

Esto es fundamental, y revela la arquitectura mental del futuro jefe de nuestra diplomacia. Lo que hay que hacer es cerrar los cuarteles y abrir centros de investigación, terminar con los soldados y enviar a Bernat Soria y Margarita Uría a Rabat: se iba a enterar el tal Mohamed VI de lo que vale un peine. Yo no sé si hicimos bien enviando soldados al islote Perejil, pero el futuro responsable de la Política Exterior, más que nada en su calidad de ministro, debería ser más cuidadoso en sus declaraciones. Más que nada porque está tentando a los marroquíes a volver a ocupar el islote.

 

Por cierto, ¿qué haría Moratinos si una patrullera marroquí desembarca en Cádiz? ¿Enviar científicos a la zona? Probablemente, Perejil no es importante, pero se supone que el Estado de Derecho, el derecho internacional y el cumplimiento de la ley sí lo son. Pues bien, resulta que Perejil es español. Si Moratinos quiere que deje de serlo, no tiene más que negociar con Marruecos y firmar un acuerdo, es decir una norma que debe ser cumplida por ambas partes: Madrid y Rabat. Más que nada porque la democracia no es otra cosa que el imperio de la ley, mientras que la civilización se derrumba cuando la norma no se cumple. Y si la norma es injusta, conviene tratar de  cambiar la norma en lugar de violentarla. Por ejemplo, no podemos enviar a Marruecos a Patricia Churchland, la canadiense entrevistada en el diario El Mundo (martes 6 de abril), y presentada como investigadora en Neurociencia y Neurofilosofía, que nos regala las siguientes perlas: "El alma está compuesta de neuronas". Cómo es posible que las neuronas se renueven mientras la persona permanece en su identidad, es un misterio al que, al parecer, ningún neurocientífico quiere responder.

 

En cualquier caso, el alma neuronal es como lo de Moratinos: científicos a Perejil. Porque dicho así, no sería más que una de las habituales obsesiones progres por negar a Dios y, de paso, negar cualquier asomo de algo inmaterial. Si no existe espíritu (alma, sensibilidad, personalidad, o como quieran ustedes llamarlo), podemos prescindir tan ricamente de la siempre inoportuna divinidad. Para doña Patricia no sólo existe una masa llamada cerebro; y aunque decir que el cerebro piensa atenta, no ya contra la ciencia, sino contra el sentido común, nadie ha dicho que los científicos tengan que ser, además, racionales: cultos sí, lógicos, quizá, pero racionales, en modo alguno. Además, la entrevistadora era buena, lo cual es muy peligroso cuando se dicen estupideces. Así que, toma el hilo y continúa. Ojo al dato:

 

-¿Quiere decir que todo lo que pensamos tiene una base biológica?

 

-Sí, todos los estados mentales son procesos del cerebro físico, no hay ninguna sustancia no física que sienta, que piense.

(Dan ganas de pedirle que demuestre científicamente eso, pero es igual. Sigamos).

 

-¿Algunos seguidores suyos le han llamado alma científica?

 

-Es sólo cerebro; es una alma compuesta solamente de neuronas.

(En este punto habría que dudar de la sanidad mental, pongamos cerebral y neuronal, de doña Patricia, pero tantos años de cientifismo progre permite que nos traguemos estupideces como ésta e incluso mayores).

 

-En el caso de la violencia, ¿a qué parte corresponde, si en la misma familia hay hijos agresivos y otros que no lo son?

 

-Es un tema que se está estudiando ahora. Hay una mutación genética, llamada monoamineoxidase A, en la parte frontal del cerebro, que hace que las neuronas no se organicen bien y genera individuos muy violentos sin razón aparente…

 

Cada vez que un cientifista se encuentra en un callejón sin salida, afirma que "se está investigando". Los políticos hacen algo parecido: cuando no saben cómo solucionar un problema, convocan al diálogo. 

 

Pero aquí hemos llegado al punto clave. La entrevistadora, con muy buena lógica, pregunta entonces a la prestigiosa investigadora que si no hay más que neuronas, y si la tal mutación genética es la responsable de los actos violentos de la persona, entonces...

 

-Puesto que son enfermos, ¿son responsables de sus actos?

 

-Ese es el problema (otro llamamiento al diálogo). No es una esquizofrenia (desde luego, la esquizofrenia es una enfermedad mental, palabra y concepto que aquel que sólo crea en una masa llamada cerebro no debería ni pronunciar). Aunque ahora los abogados quieren utilizar esta mutación como eximente, el problema es que la sociedad necesita protegerse de estos violentos que son incapaces de tener una vida normal.

 

Me parece mal. Si no existe el alma, si todo se reduce a una correcta colocación de las neuronas, el violento no tiene culpa alguna de sus actos. Lo que la sociedad debe hacer es curarle, señora, no defenderse de él: pobrecito, no es culpable de nada.

 

En definitiva, que más que de alma neuronal a la señora Churchland le patinan las neuronas y así, en nombre de la ciencia, se carga la libertad. Y tiene toda la razón: si todo es material, la libertad humana no es una cosa seria. De hecho, es un objetivo imposible.

 

De toda las tiranías que amenazan a la humanidad en el momento presente, sin duda, la peor de todas es la dictadura de los científicos. Entre otras cosas, porque el cientifismo aporta su propia teología. Una teología sin Dios, donde las relaciones causales manejan al ser humano como si de una marioneta se tratase. Y no se trata de una tiranía lejana: la unción con la que la sociedad escucha estas tontunas, simplemente porque son pronunciadas por una investigadora y emplea palabras de diez sílabas con subdivisiones, resultan de lo más preocupante. Muchos estarían dispuestos a aceptar la tiranía de los científicos. Moratinos, sin embargo, sufre del mismo mal cientifista, pero lo reconduce hacia más altas metas. Verbigracia: enviar científicos al islote Perejil. Eso sí, con todos los gastos pagados.

 

Eulogio López