Lo malo no es que el presidente del Gobierno no sepa distinguir entre nación y nacionalidad. Tampoco sabe distinguir entre laicidad y laicismo y algunos sospechan que tampoco distingue perfectamente entre gimnasia y magnesia. Pero lo que es a la Guardia Civil le preocupa poco el nacionalismo catalán. Lo que le preocupa es un posible rebrote de la violencia callejera en Euskadi.

Como se sabe, la legislación sobre partidos políticos, aprobada por el Gobierno Aznar con el apoyo del PSOE, ilegalizó a Batasuna, el partido proetarra. El nacionalismo democrático vasco lanzó una campaña contra dicha ilegalización, pero lo cierto es que, por pura coincidencia o por relación causa-efecto, la violencia callejera casi desapareció de las calles del País Vasco. Sin embargo, el llamado terrorismo de baja intensidad ha renacido cuando 200 radicales proetarras tomaron el Ayuntamiento de Andoain (Guipúzcoa), precisamente para protestar contra la ilegalización de Batasuna.

Y es que el caso de Andoain es muy significativo. En primer lugar, se trata de un Ayuntamiento regido por los socialistas, no por ningún grupo nacionalista. En segundo lugar, la televisión autónoma vasca ETB, ligada al nacionalismo, ya sabía con horas de antelación que se iba a producir el asalto a la corporación municipal. Encima, y si hemos de hacer caso al alcalde, la Ertzaintza, controlada por el PNV, tardó tres horas en intervenir.

Todo ello lleva a pensar a los servicios de Información de la Guardia Civil que la kale borroka se va a relanzar y que el PNV no va a hacer mucho por evitarlo. Para ello, alegan que la cúpula etarra está (en la mañana del lunes 18 se descubría un nuevo zulo con armamento en Francia) contra las cuerdas, tras la detención de Mikel Albizu (Antza) y Soledad Iparraguirre, líderes de la banda terrorista. A ETA le pueden faltar pistoleros, pero aún le sobran gamberros dispuestos a romper la paz social. Y pueden ser más eficaces para ello que con los atentados mortales de la banda.