El chiste no es nuevo, procede de la Argentina, ya se aplicaba allí a Fernando de la Rúa. Ahora le toca al presidente del Gobierno español: Saben aquel que dice que llega a un banco José Luis Rodríguez Zapatero y le pide al cajero 1.000 euros, previa advertencia de que, sintiéndolo mucho, no puede identificarse porque se le ha olvidado el DNI. El cajero manifiesta estar convencido de que se trata del presidente del Gobierno al que contempla en la tele, pero le pide que, al menos, si no puede identificarse mediante documentos, logre mostrar su condición por otras vías. "Por ejemplo –advierte el empleado bancario- el otro día estuvo aquí Ronaldo y también se le había olvidado la documentación. Sin embargo, se puso a hacernos unas filigranas con el balón y eso nos bastó".

 

Zapatero se esfuerza en encontrar su método, pero acaba por reconocer:

-Pues mire usted, no se me ocurre nada, sólo gilipolleces.

A lo que el cajero responde, servicial:

-¿Cómo quiere el cambio?

 

Al nuevo presidente del Gobierno español se le ocurren cosas tales como el matrimonio gay, la ampliación del aborto (¡¿Más!?), la adopción gay, la marginación de la enseñanza de la religión en las escuelas, y esas "gilipolleces". Es decir, las únicas ideas que se le ocurren a Zapatero consisten en fastidiar a los cristianos. Moncloa da cabida.

 

Por el contrario, la política económica vegeta entre la continuidad y la deriva.  Se insulta al anterior equipo y se desentierran no sé cuántas deudas, que en su mayor parte no son más que meros cambios de periodificación, es decir, dos formas distintas de presentar unas mismas cuentas públicas.

 

Por otra parte, el sector turístico, el más importante en España, se resiente mucho más de lo que da a entender una lectura somera de la entrada de visitantes. Los alemanes y holandeses, nuestros mejores turistas, comienzan a considerar a España como un país de riesgo y empiezan a desplazarse hacia otros destinos como Croacia.

 

La política de Defensa hace aguas. La triunfal retirada de las tropas españolas de Iraq, así como la utilización de la en verdad nefasta gestión popular del Yak 42, ha servido para que el desánimo cunda en la milicia española. Por una parte, los militares españoles empiezan a estar mal vistos en la OTAN, controlada por Estados Unidos. En segundo lugar, un grupo de militares se ha dirigido al rey Juan Carlos y se han plantado ante el ministro de Defensa, José Bono: quieren que los transportes de tropas sean autorizados por personal civil, para evitar cualquier represalia, como el cese de Luis Alejandre, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra.  

 

Otra cuestión donde el Gobierno Zapatero da bandazos es en política Exterior. El ministro Miguel Ángel Moratinos tiene un defecto muy poco diplomático: se le entiende todo. Así, afirmó en sede parlamentaria que había que solucionar el problema del Sahara porque, de otra forma, podría producirse otro atentado como el del 11-M. Expresar esa idea cuando cada día se impone más la tesis de que fueron islamistas marroquíes quienes perpetraron la matanza del 11-M resulta de una peligrosa sinceridad. Afirmar tal cosa pocos días después de que el juez Baltasar Garzón afirmara que puede haber un millar de marroquíes dispuestos a inmolarse en un atentado terrorista es llamativo. Afirmar eso cuando el Gobierno marroquí apenas esconde su alborozo por el cambio de Gobierno, y cuando Estados Unidos ha decidido cambiar de aliado militar (deja a España y elige a Marruecos), y cuando toda la sonrisa de Zapatero ante Rabat no ha conseguido que el reino alauí renuncie a Ceuta y Melilla (por no hablar de Canarias); la verdad es que es como para cesar al responsable de la diplomacia española.

 

Pero es que, además, el servil acercamiento de Zapatero a Rabat está propiciando el cabreo de Argelia, un socio mucho más importante que Marruecos, especialmente desde el punto de vista energético. El vergonzoso cambiazo de décadas de Felipismo apoyando al Frente Polisario llama la atención para cualquiera que no sea Mr. Bean, pero sobre todo enfrenta a Argelia. En resumen, España se desarma ante Marruecos y consigue que Argelia eche las patas por alto. Al mismo tiempo, una vez aceptada la Constitución Europea, Bruselas enfoca todas sus baterías hacia España, mientras Estados Unidos nos desprecia e Iberoamérica se aleja de la madre patria. La política de la sonrisa empieza a resultar dramática.

 

Pero el mayor problema no es lo que ocurre, sino por qué ocurre. En definitiva, el mayor problema consiste en que Zapatero y Moratinos están dispuestos a ceder ante Marruecos a cambio de evitar atentados. Lo cual supondría establecer una hilazón entre el Gobierno de Rabat y los grupos terroristas. Comprendo que suene fuerte, pero eso significa lo que ha dicho Moratinos, no otra cosa.

 

Eso sí, el aborto, los homosexuales, los malos tratos, por decirlo así, lo fácil, eso el Gabinete Zapatero lo borda. Es una política que no necesita de ideas, ni tampoco de escrúpulos. La ejecuta Teresa Fernández de la Vega. Las otras políticas, las difíciles, corren a cuenta de Pedro Solbes, Miguel Ángel Moratinos y del responsable de Defensa, José Bono. O sea, otros que no necesitan identificarse en el banco para sacar dinero de su cuenta corriente.

 

Eso sí, no se les ocurre nada pero sufren de Aznarfobia. Ayer decíamos que Aznar debería buscar una excusa muy buena para justificar el pago de 2 millones  de dólares a una oficina de abogados norteamericanos con vistas a obtener la Medalla del Congreso norteamericano. El Grupo Polanco, en su odio africano hacia Aznar, se ha cebado en ello, y hasta el secretario de Organización del PSOE ha pedido explicaciones al Partido Popular llegando a hablar de soborno. Ahora sabemos que se trata de un despacho contratado para defender los intereses de España en Estados Unidos. En definitiva, que no se les pagó con dinero público para que d. José María obtuviera una medalla.

 

¿Qué ha ocurrido? Pues muy sencillo: que en una España encanallada, el Ministerio de Asuntos Exteriores, dirigido por el PSOE, le ha filtrado al grupo informativo amigo (en España gobierna el Prisa-PSOE) una factura pagada por el Gobierno con este fin. La verdad es que un Gobierno no tiene por qué pagar a un despacho ‘lobbysta' para mejorar su imagen, ni la imagen de España coincide con la de su presidente. Por eso digo que la operación es fea, pero no el escándalo de soborno que pretende el PSOE y Prisa, poseídos por el odio visceral, vitriólico, que sienten por alguien que ya no es nadie, sino sólo un presidente saliente, que ni tan siquiera tiene escaño de diputado.

 

Es decir, que tenemos una España moralmente degradada y un Gobierno que se dedica a vengarse de la hoy oposición para esconder su inutilidad manifiesta. No cabe duda: caminamos hacia el futuro.

 

Eulogio López