Además, he aprendió mucho estos días sobre el cáncer de mama, así como de la imperiosa necesidad de que las mujeres, y hasta los hombres que también son susceptibles de ser atacados por la precitada patología, deben someterse a revisiones periódicas.
Mi más sincera felicitación a doña Esperanza y a Uxue Barcos que ha sufrido idéntica dolencia.
Igualmente, pueden creer en mi sinceridad, me congratulo de que el vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, no tenga células cancerígenas en su próstata, aparatito que a partir de los 50 debe ser vigilado atentamente (mi acervo cultural en materias médicas está avanzando a marchas agigantadas).
Me congratulo de que el ministro de Trabajo y Seguridad Social, don Valeriano Gómez, esté superando sus dolencias lumbares, a raíz de lo cual me he enterado de que un porcentaje peligrosamente alto de españoles sufren cruentos dolores de espaldas.
Todo ello a raíz de los partes médicos de nuestros políticos que nos retrotrae a los informes indiscutibles del Equipo Médico Habitual, con la diferencia de que éste hablaba de cuándo se iba a morir el innombrable y aquéllos tienen por finalidad demostrarnos que están en plena forma y dispuestos a seguir redactando prohibiciones y administrando nuestro dinero, funciones ambas que los españoles sabemos apreciar en lo que valen y en lo que mejoran nuestra existencia y nuestra calidad de vida.
Lo único es eso: ese sutil metalenguaje empleado en los tales partes médicos, en los que uno aseguraría que, antes que explicarnos el diagnóstico de los mandatarios, nos están enviando el siguiente mensaje: puedo seguir en la poltrona. Mensaje por el que nadie debe enfadarse dado que no está dirigido a nosotros, los ciudadanos, sino a sus colegas de partido. Sólo falta una posdata: Si te creías que te ibas a librar de mí, campeón, lo tienes de color de hormiga.
Y todo ello nos lleva a la otra cuestión: a título personal -aunque creo definir una opinión compartida por muchos- nuestros políticos y políticas, antes que explicarnos que pueden continuar en sus cargos podrían decirnos hasta cuándo van a continuar. Y esto nos lleva a una de las asignaturas pendientes de la democracia española: la limitación de mandatos por ley. Los ocho años, especialmente para la Presidencia del Gobierno, se venden por sí solos. Si Mariano Rajoy trabajara en su horario laboral propondría esa iniciativa legal ahora mismo. Claro que, a lo peor, lo que él pretende es quedarse más de dos mandatos en Moncloa. Para servir al país, claro.
Eulogio López
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