El derroche de nuestras autonomías ya es conocido allende fronteras e incluso océanos. The New York Times mencionaba esta semana pasada en un acertado artículo el despilfarro del gobierno catalán.
El diario estadounidense lo ilustraba con una imagen de la prisión de Figueras convertida en un auténtico monumento al derroche. La Generalitat quiso construir una prisión de dimensiones faraónicas con 17 edificios y 300.000 metros cuadrados.
El caso es que la enorme mole está construida pero está vacía y sin ninguna utilidad, tras haberse constatado ahora que no hay tantos presos para ocuparla. Eso sí, aunque esté cerrada hay que pagar hasta el año 2040 cantidades multimillonarias a la constructora. Por supuesto, nadie en la Generalitat catalana ha dimitido. Faltaría más.
Andrés Moreno