Los papeles de Benjamín Benavides, esa novela de tesis, obra de Leonardo Castellani, que ha publicado la editorial Homo Legens. En ella, Castellani describe las siete fases del fariseísmo, que podríamos traducir como la "profesionalización de la religión". A saber.
1. La religión se vuelve meramente exterior. Yo diría que se islamiza, porque, a fin de cuentas, el Islam no es sino una triste caricatura externa de la fe cristiana, una herejía cristiana que no trasforma al hombre sino las costumbres sociales.
2. La religión se vuelve profesión. Esta es la clave. Recuerden la vieja diferencia entre aficionados y profesionales. Los primeros eran los que no cobraban por hacer deporte. Los segundos son los que consiguieron convertir su codicia en virtud. Pues eso, cuidado con los profesionales del Cristianismo. Entre otras cosas, porque corremos el riesgo de que el fariseo se sirva de la Iglesia en lugar de servir a la Iglesia. Se me ocurren un montón de ejemplos pero me los voy a callar.
A partir de esos dos puntos, el resto cae por su propio peso. Siguientes del proceso de perversión farisea de la Cristiandad o la corrupción de lo mejor es lo peor:
3. La religión se vuelve objeto de ganancia, de honores, poder o dinero.
Y con ello…
4. La religión se vuelve pasivamente dura, insensible, descarnada.
Lo que lleva a…
5. La religión se vuelve hipocresía.
Y, en consecuencia…
El hipócrita empieza a depreciar y aborrecer a los que tienen religión verdadera.
Natural.
6. El corazón se vuelve cruel, activamente duro. Chesterton calificaba esta fase del peor de los vicios (el orgullo espiritual que eso es el fariseísmo) con la imagen del crustáceo: duro y agresivo por fuera, blando por dentro. Justo lo contrario del hombre virtuoso.
7. El falso creyente persigue de muerte a los veros creyentes, con saña ciega, con fanatismo implacable. Por eso, no debe sorprendernos, aunque sí asombrarnos, comprobar de parte de quién se pone el poder -político y mediático- occidental, cuando los panteístas o los islámicos persiguen a los cristianos en el Tercer Mundo. Se ponen de parte de los perseguidores, o niegan el motivo por el que los cristianos son perseguidos (odio a la fe) o, en el menos malo de los casos, mantienen una hipócrita equidistancia entre perseguidores y perseguidos.
Y concluye Castellani, por boca de su protagonista, el judío Benavides: "Cuando en la Iglesia ha surgido un ramo de fariseísmo, Dios lo ha curado, pero alguien lo ha pagado con su sangre".
¿Verdad que suena de lo más actual
Y no tengo nada más que añadir. Bueno sí, puedo añadir que el fariseísmo crece en el siglo XXI. Y me quedo con la segunda fase: la profesionalización de la religión. Como quien dice, una fe vivida en horario de oficina.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com