En el entretanto, tenemos a un Mariano Rajoy que promete, como hiciera Aznar, no permanecer más de dos legislaturas en el cargo. Zapatero, por contra, no promete nada. Su aspiración es mantenerse, siempre en apacible diálogo y consenso, naturalmente, más tiempo que los 13 años de Felipe González, aunque no desecha superar los 36 años de Francisco Franco. Eso sí que constituiría el final de la Transición a la Democracia. Curiosamente, ese desastre con patas que es Mariano Rajoy no se encarga de recordarle a su contrincante que debería decir cuánto se va a quedar en el cargo o de proponerle un reforma legal sobre el periodo máximo de permanencia en el cargo de un presidente, un ministro, un diputado o un senador.
Por otra parte, ya antes de comenzar la campaña estamos viviendo un fenómeno singular. Al revés de como solía ocurrir en todas las convocatorias anteriores, está siendo la derecha quien ofrece ideas y la izquierda quien las rebate. Cada día, don Mariano saca un conejo de la chistera: los 16.000 euros de mínimo para declarar, el contrato de integración para inmigrantes, la rebaja de la edad penal para determinados tipos de delitos, etc. Propuestas dibujadas con trazos gruesos, pero propuestas al fin y al cabo, así que ahora tenemos a un Gobierno a la defensiva, lo que no deja de tener un cierto interés, casi morboso.
En unas elecciones, lo único importante es saber quién gana. Pues bien, por el momento todos apuestan por ZP como ganador, entre otras cosas porque, una cosa es llevar la iniciativa y otra tener moral de ganador, y el PP no la tiene. Es como un equipo desganado que no cree en la victoria. Tanto es así que apuestan por ZP muchos españoles conscientes de que, en la vida civil, el bueno de ZP no pasaría de administrativo de cuarta.
Y es que Zapatero provoca pasiones. Por ejemplo, tengo un vecino que cada vez que aparece en la televisión comienza a gritar como un poseso, intercalando expresiones soeces y términos indescriptibles en un periódico serio. Y no son pocos los que en cuanto contemplan su imagen, prorrumpen en idéntica expresión: "Yo a este tío no le aguanto". Por contra, son muchos los que adoran su mansedumbre, que consideran viva imagen de la paz en la que anhelan sumergir sus vidas. Digámoslo claramente: Mariano Rajoy no despierta estos entusiasmos: ni a favor ni en contra.
Eulogio López
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