Sr. Director:

Que el mal está presente en el mundo no es ningún descubrimiento: las familias se desunen, los lazos se rompen, la amistad da paso al egoísmo y la codicia sustituye al justo trabajo.

Las leyes para evitar la violencia contra las mujeres son inútiles puesto que el odio se ha apoderado de mentes y corazones. No se ve a la mujer más que como objeto de placer y ella tampoco respeta al hombre y lo denigra en la convivencia diaria.

A los niños no se los quiere: el aborto y la anticoncepción forman parte de la cultura establecida. Es necesario que el amor rija la convivencia, que la religión muestre su cara más amable: la de la reconciliación con Dios y con el prójimo. Cuánto mejoraría la sociedad si se guardaran los mandamientos pequeños y grandes que Dios nos dio para nuestro beneficio: amar, disculpar, perdonar, dando a Dios lo que en justicia merece.

A los que se resistan, recordarles que éstas son las leyes por las que seremos juzgados y no  las del Gobierno de turno cuando traspasemos esta vida hacia la eternidad.

Lucía Rivera

rivelu20@gmail.com