Ella se agarraba a la vida, no dependía de ningún medio extraordinario para vivir, sus pulmones, hígado, riñones y corazón funcionaban por si solos...pero dependía, como muchos tetrapléjicos, paralíticos cerebrales, enfermos de Alzheimer o Parkinson, que alguien le diera de beber y comer.
Alguien ha decidido que ya era suficiente, muerte digna dirán algunos, muerte cruel, muy cruel dirán otros.
¿Quién será el siguiente? Pobre Eluana, qué muerte tan terrible le han dado aquellos que debían cuidarla, matarla de sed. Descansa en paz.
Ángela Días Alonso
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