Hasta los niños de primaria empiezan a comprender que los países pobres son librecambistas, mientras los ricos son proteccionistas. Lo que ocurre es que el proteccionismo actual del Occidente capitalista no se basa en los aranceles y contingentes, que también, sino en las subvenciones públicas, especialmente a la agricultura, especialmente en España y Estados Unidos, que desbaratan la igualdad de oportunidades para competir de los alimentos del Tercer Mundo. Por eso, ha llamado tanto la atención el discurso del ex presidente español Felipe González en el Foro de Davos, aconsejando paternalmente a Lula da Silva que no se preocupara tanto de las subvenciones a la agricultura europea y norteamericana.

Uno de los escasos participantes españoles en Davos calificó la frase González como senilidad ideológica (que no mental). González sigue en su felipismo: una especie de capitalismo endulzado (o empeorado, nunca se sabe) con subvenciones públicas.